Esperé a que llamara Nicolás esa noche, pero no llegó. No el martes. Para el cuarto estaba completamente impaciente. Se había duchado y estaba lista para dormir mirando su teléfono. Eran más de las once. Pensé en llamar, pero ya era demasiado tarde.
Cerré los ojos, inquieta. Maldición, necesitaba escuchar su voz o iba a morir. Así que cogí el móvil. Pero cuando fui a presionar el botón, se encendió. Miré, asombrado. ¿Él también estaba sintiendo lo mismo que yo?
- Hola, Nick.
Hubo un silencio que se sintió como una eternidad de su parte. Solo escuchaba su respiración. Yo pregunté:
- Nick, ¿estás ahí?
- Alguna vez.
- ¿Porque no habla conmigo?
- ¿Porque tu no hablas conmigo? ¿Por qué no me llamas?
- Yo... te confieso que tenía el teléfono en la mano para llamar.
- Sí, pero no llamó.
- Nicolás, ¿qué quieres, de todos modos?
- Prefiero no decir lo que quiero.
Tomé una respiración profunda. Como se estaba complicando... Parece que la llamada no resolvió mi problema. Necesitaba verlo. Fue co