Juguete nuevo; casa nueva

Cuando la alarma suena, me quiero morir: apenas cerré los ojos. Pero consiente de que todos estarán despiertos, me levanto y me ducho. Esta vez, dejo los pantalones de mezclilla y me prendo con unos leggins de cuero, una camisa blanca y tenis.

Bajo, como era de esperar, todos están reunidos tomando café y desayunado en la mesa y encimera. 

Según escucho, la conversación se divide entre la pasada noche y videojuegos. 

—Buen día. —Dice Félix quien se levanta y me besa la mejilla— hay tortitas de fresa, para ti. 

Con una esplendorosa sonrisa le agradezco. Saludo uno por uno a todos los presentes y cuando me detengo frente a Eric, este vuelve a besarme en la boca. Todos ríen.

—¿Francesco? —pregunto mirando a mi alrededor. 

—Está en el baño, aún. Ya le dimos comida. —Responde Massimo. 

A las doce del mediodía estamos bajando del coche,

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