Amanda entra corriendo hacia la habitación de una bebé que no es suya y, de igual forma se ha apropiado de ella. Cierra la puerta con seguro y se deja caer al suelo, rodando por la pared mientras mira hacia la cuna fijamente.
“¿Qué he hecho? ¿En qué me he metido?” Piensa una y otra vez para sus adentros, esas dos interrogantes no la han abandonado desde que salió del hospital y, por lo visto, no la abandonarán nunca, es algo con lo que tendrá que cargar el resto de su vida.
Inspecciona la habitación con sus ojos asustados, busca algún lugar donde refugiarse pero, no encuentra ninguno. No hay un lugar seguro para ella dentro de esa casa, ni fuera tampoco.
Se siente como pez fuera del agua haciéndose pasar por alguien que no es, fingiendo ser madre cuando no tiene ni idea de cómo serlo, viviendo en una casa que no es la suya con personas completamente desconocidas y peligrosas.
El pánico comienza a apoderarse de ella. Antes, tenía miedo, pero la adrenalina no le permitía pensar con claridad y darse cuenta de la magnitud del asunto. Ahora que, al menos por el momento, está a salvo, las preocupaciones empiezan a perdigar su mente.
Sin poder controlarlo, respira agitadamente, casi está hiperventilando, nunca antes se había sentido así de abrumada, es demasiado para que pueda asimilarlo. Con sus manos, envuelve sus rodillas y mete su cabeza entre las piernas. Quiere hacerse pequeña, tan pequeña que nadie sea capaz de verla, pero sabe que eso es imposible ya.
Piensa en la chica que acaban de asesinar sabiendo que ese podría ser su futuro, piensa en su madre, en la operación tan peligrosa que le habían hecho y en que no podrá estar a su lado durante su recuperación ¿Qué pensará ella cuando no la vea, cuando se de cuenta de que ha desaparecido? Se volverá loca, Amanda sabe que es todo para su madre y que jamás podría soportar una vida sin ella.
Ya no hay más opciones, no hay otros caminos que pueda tomar, lo mejor ahora es aceptar su realidad y seguir adelante. Amanda sabe perfectamente bien que la mejor manera de solucionar los problemas es enfrentarlos y eso es lo que va a hacer.
Primero lo primero, tiene que controlar la situación con aquel ogro indecente y sucio que acaba de pegarle dos veces sin contemplsvion alguna, ese ser despreciable que se cree el dueño del mundo sólo porque tiene dinero. Su madre está en el hospital, sí, pero está a salvo y se pondrá bien. Para poder asegurarse de idear un plan que la saque de esa lujosa cárcel con forma de mansión, lo primero es mantener tranquilo a Alejo.
Ya él le ha dejado claro sus intenciones y lo que significa Elena en su vida; si esa chica pudo hacerlo, ella también podrá, sabe que es fuerte y que consigue todo lo que se proponga, sólo tiene que encontrar la forma de hacerlo, descubrir el punto débil de aquel hombre.
Justo en ese momento, unos golpes en la puerta, la sacaron de sus pensamientos haciendo que se pusiera de pie a toda velocidad. Sus manos comienzan a temblar sólo de pensar que puede ser Alejo, pero, la voz conocida la tranquilizó:
—Ama… Elena, soy yo, Pablo, ábreme por favor, estoy solo.
Ella se lo piensa por fracciones de segundos hasta que, finalmente, decide abrirle y Pablo entra rápidamente mirando a ambos lados antes de cerrar nuevamente la puerta para asegurarse de que nadie lo vea.
Sin saber la razón por la que lo hizo, Amanda salió disparada hacia sus brazos, acomodó su cabeza contra el cuello de Pablo y comenzó a llorar. Lloró con todas sus fuerzas, lloró como si nunca antes lo hubiera hecho. Podía resultarle una chica patética, pero no le importaba, necesitaba desahogarse.
Para su completa sorpresa, él acarició su cabello y le retiró hn mechón que tenía pegada a su mejilla humedecido por las lágrimas que se deslizaban incontenibles por su delicado rostro. Pablo la rodeó fuertemente por la cintura todo el tiempo que ella lo necesitó.
—Shhhh, estás bien, ya todo ha pasado —dijo él, aunque no era cierto, mas era lo que esta pobre chica necesitaba escuchar ahora mismo
Luego de unos cuantos minutos, ella misma se apartó limpiando su cara mojada con el torso de su mano.
—Lo siento mucho, no sé qué me pasó —sí que lo sabía, había sido atacada y violentada por Alejo.
—No te preocupes por eso. Cuéntamelo todo, he venido a escucharte, supuse que necesitarías ser escuchada por alguien. Nada de lo que me cuentes se lo diré a Alejo, esto solo será entre tú y yo
—¿Por qué? —le pregunta ella asombrada.
—Yo solo… quiero protegerte —por primera vez, le decía algo que era cierto.
Pablo no sabía la razón, pero algo desde lo más profundo de su ser le indicaba que esa chica necesitaba ser cuidada. Le daba la impresión de ser tan delicada como el pétalo de una flor, o como un fino cristal esperando el más mínimo viento para partirse en pedazos y él no quería que eso le sucediera. En cierta forma, él se siente culpable, tal vez si no le hubiera comprado las dichosas medicinas ahora no estuviera ahí.
Él le ofreció su mano y ella la tomó, caminaron hacia la otra esquina de la habitación y tomaron asiento en unas grandes butacas blancas. Amanda se sinceró, le detalló cada uno de los sucesos que habían tenido lugar en el despacho de Alejo, la forma en la que cayó al piso cuando la abofeteó por primera vez, como quiso aprovecharse de ella justo en ese lugar, la segunda bofetada y cómo esta vez sí pudo soportarla y, por último, la excusa que se le ocurrió para quitárselo de encima.
Mientras más ella le contaba, más ira se iba acumulando en el pecho de Pablo. Sus manos le estaban temblando y tenía su mandíbula lo más apretada que podía, esa era su forma de contenerse para no cometer una locura.
Había visto miles de cosas de las que Alejo había hecho, cosas sanguinarias, situaciones que podrían revolverle el estómago a cualquiera pero, en ninguna de esas circunstancias se había tenido que contener tanto. Definitivamente había algo en esta chica que despertaba su lado más vulnerable.
—Hiciste bien, pequeña. No hubiera habido alguna manera de evitar esos golpes, el jefe estaba demasiado molesto, tú no tienes la culpa.
—¿Por qué no me lo advertiste? —le pregunta ella un tanto enojada al darse cuenta que Pablo sabía lo que le esperaba en esa oficina
—Pensé que sería mejor para ti si no lo sabías, te hubieras asustado demasiado, en ocasiones lo mejor es no saberlo todo. Créeme, lo hice pensando que era lo correcto, nunca pretendí hacerte mal.
—Ya, pues, en próximas situaciones prefiero saber todas mis posibles opciones, puedo con ello —él respondió asintiendo con su cabeza y luego de un tiempo en silencio, su voz decoró la habitación
—Entonces ya sabes lo que él espera de ti. Sé que te será difícil, pero no le des vuelta al asunto, no pienses en ello, en algunas ocasiones, Elena hacía uso de medicamentos para ayudarla a no recordar, te puedo conseguir si lo deseas
—¿Medicamentos? No, no, ese no es mi mayor temor.
—¿No lo es? ¿Estás segura que te ha quedado claro a lo que te tendrás que exponer?
—¡Oh! Claro que sí, él me lo dejó bien explícito. —Amanda batía sus piernas con intranquilidad
—¿Entonces? No entiendo a qué otra cosa podrías temerle, hasta donde sé, tendrás que hacer lo usual, nada extremo.
—Ese es el problema, no sé qué es lo “usual” en esos casos.
Ella guarda silencio mientras baja su cabeza a causa de la vergüenza. Sabe que en estos tiempos puede resultar un poco ridículo que quisiera mantenerse intocable para una persona especial, pero era su problema, no el de nadie más, hasta ahora.
Él se quedó mirándola, extrañado. No entiende lo que ella le está queriendo decir ¿cómo podría hacerlo? Es imposible que se imaginara que esta chica tan dulce y desorbitantemente hermosa no hubiera sido tocada aún, que no había perdido su pureza.
—Discúlpame, pero no te sigo. ¿A qué te refieres? Si no me dices lo que ocurre no puedo ayudarte.
—Bueno… verás, yo no lo sé, no podría saber cómo… —los titubeos y las pausas se adueñan de ella y de su fluidez al hablar, solo el enrojecimiento en sus mejillas la delató.
—¿No puede ser! —exclama él, horrorizado— Dime que tú ya has estado con otros hombres por favor —ella solo negó con su cabeza— ¡Por Dios! ¿Qué he hecho? Soy una persona terrible— se castiga una y otra vez en voz alta.
—No, no lo eres sino todo lo contrario, mi madre y yo estamos vivas gracias a ti
—Sí, pero te he condenado de otra manera.
—No lo sabías, no eres adivino.
Pablo no hace más que pasar las manos por su cabeza una y otra vez en un intento fallido por calmarse. Esa chica de la que se sentía su protector era más especial de lo que pensaba, era más delicada ¿Cómo podía ser? Sabía que tenía un parecido con Elena, pero, de cierta forma, le resultaba más hermosa, más sensual, más deseable y justo fueron esos pensamientos los que le dieron la idea.
—Amanda —por primera vez desde que estaban en esa mansión la llamaba por su nombre real— creo que puedo ayudarte, pero tendrás que darme tu permiso. Puede ser que te suenvezn poco descabellado, pero es lo único que se me ocurre en estos momentos.
—Habla de una vez, me estás poniendo nerviosa.
—Si me lo permites, yo puedo rectificar tu situación. Sé que no era lo que tenías en mente, pero seré mucho más cuidadoso y delicado que Alejo y velaré por ti, por tus necesidades, estaré al pendiente de todo, lo prometo.
—Espera ¿me estás proponiendo acostarte conmigo? ¿soy una situación? —le pregunta ella con sus ojos bien abiertos
—Sí, justo eso y no, no eres tú la situación, me refiero que todo esto lo he buscado yo, te he tirado directamente hacia la boca del lobo, sólo quiero hacer algo para enmendarlo y ayudarte. Alejo ya no se encuentra aquí, tenía unos asuntos que atender fuera de la ciudad y ya se ha marchado, tenemos dos días libres, podemos aprovechar esta noche. No tienes que darme una respuesta ahora, sé que es un tema delicado y de importancia para ti si te has guardado hasta ahora. Quizás no sea lo que tenías en mente, pero piensa que será mejor dejarlo en mis manos que en las de Alejo. Si él descubre que no eres Elena, todos estaremos muerto. Ve a su habitación, date un baño, relájate y piénsatelo ¿ok?
Amanda no dice nada más, solo se pone de pie y se marcha de la habitación sin mirar hacia atrás dejándola con miles de interrogantes en su cabeza. La chica inocente está a punto de no serlo más.
Mientras su chofer lo lleva hasta su jet privado, Alejo no para de darle vueltas en su cabeza al encuentro que recién tuvo con Elena en su oficina. No sabe exactamente qué ha pasado, pero está diferente, no solamente por en su físico, sino también en su forma de actuar.
No le dijo “papi” como siempre hacía para tranquilizarlo cuando estaba demasiado alterado, tampoco es usual que tenga una actitud tan sumisa y tranquila, sobre todo cuando es golpeada por él. Además, sus caderas están más anchas de lo que recordaba y el tono de su cabello un poco más claro. Supone entonces que se debe a que acaba de dar a luz a su hija. No comprende mucho de esas cosas, lo que sí ha escuchado que las mujeres cambian cuando se convierten en madres.
Todavía la recuerda bailando en ese club la primera vez que la vio, parecía toda una diosa bajada directamente del Olimpo. Cierra los ojos y parece como si la estuviera viendo nuevamente. Se movía muy lentamente, al ritmo de una música que la hacía sentir más sensual aún de lo que ya era por sí misma. El rebote del avioneta aterrizando en la pista clandestina, lo retorna a la realidad.
—Patrón, ya llegamos.
Después de darse un baño relajante en el jacuzzi, Amanda abre el guardarropas buscando algo que ponerse acorde al momento que está por vivir, es su primera vez, será la primera vez que se desnuda delante de un hombre, será la primera vez que ve a un hombre frente a ella, dispuesto a poseerla. Nunca imaginó su primera vez de aquel modo, siempre soñó estar en brazos del hombre que amaba y entregarse a él, por amor.—¿Quién te dijo que tu vida era común, Amanda? —se increpa a sí misma mientras se mira al espejo— Nada en tu vida ha sido fácil ¿por qué soñaste que sería diferente tu primera vez?Siente un nudo en la garganta y ganas de llorar, pero no quiere verse vulnerable, ni sentir lastima por ella misma. Todo aquello fue decisión suya, ahora debía acarrear con las consecuencias de sus actos. Llegó la hora esperada, se colocó la bata de seda color rosa y se miró una vez más al espejo. Escuchó los pasos de Pablo acercarse y su corazón comenzó a latir rápidamente.Amanda estaba nerviosa,
Amanda subió a la habitación para darle de comer a Emma, mientras tomaban a la pequeña de la cuna, sintió que la observaban, volteó y se encontró con la mirada de Cristina.—¿Puedo ver a la niña? —preguntó entusiasmada.—Sí, claro. Pasa Cristina. —la mujer se acercó y observó detenidamente a la pequeña Emma.—Es hermosa, por lo visto se parece a su padre —Amanda la miró sonriendo.— Me alegra que hayas vuelto. El patrón estaba que acababa con todo.—Sí, lo sé —respondió parcamente.—Ya le contaste la verdad a Pablo —Amanda se quedó paralizada ¿De que verdad hablaba la criada?—. No te entiendo —dijo esperando que Cristina le aclarara aquel asunto.Justo en ese momento entró Pablo, sabía que era peligroso dejar a Amanda sola con Cristina, esta podía meter la pata y ser descubierta. Cristina era prácticamente los ojos de Alejo en aquella casa.—Cristina por favor, puede encargarse de la niña, la Sra Elena tiene que acompañarme un momento a la biblioteca, el jefe pidió que ella revise algu
Una vez que Alejo se encuentra en la fiesta, su socio Don Fermín, lo recibe en un apartado con una hilera de chicas vestidas solo con lencería fina esperando por él.—Sé que me dijiste que las eligiera yo, pero no pude decidirme, hay demasiado material, así que, te traje una pequeña selección para que tú mismo escojas tu preferida.—Nunca dejas de sorprenderme querido amigo, por eso mismo tú y yo nunca dejaremos de hacer negocios juntos.Alejo se acerca caminando hacia las chicas quienes no le quitan la vista de encima a medida que él pasa frente a ellas. Se detiene frente a una trigueña de ojos azules, preciosa y, sin previo aviso, coloca sus manos en su trasero y lo agarra con fuerzas para luego, lamerle el cuello.—Tú eres mi primera escogida mamasita —dice mientras le toma el brazo y la saca de la hilera para colocarla a su lado.Continúa caminando mientras se sonríe y muerde su labio para escoger. Le encanta crear este ambiente de tensión, lo disfruta. Vuelve a detenerse, esta ve
Como mismo le había descrito Pablo, Emma parecía estar muy mal, no paraba de llorar y, debido a ello se ahogaba a cada rato. Amanda no era madre, nunca había tratado con niños, al menos no tan pequeños como la que tenía en brazos. Ya se la había arrebatado de sus manos a su madre muerta, no podía dejarla morir también a ella, eso no lo podría soportar.Después de conducir lo más rápido que Pablo pudo, llegaron al hospital; de forma inmediata, los especialistas tomaron a Emma y se llevaron para hacerse cargo de ella. Las manos de Amanda temblaban, en varias oportunidades pensó que esas mismas manos, tendrían que entregar a la niña sin vida.Es increíble como, en cuestión de días, toda su vida ha cambiado dando un giro de 180 grados. Todo se le ha venido encima y no tiene ni la más remota idea de cómo lidiar con ello, la situación la está sobrepasando.Para su suerte, Pablo no hacía más que mirarla y se dio cuenta de su nerviosismo. Se acercó y tomó las manos de Amanda entre las suyas c
Por fin, después de tanta angustia, Verónica puede calmarse un poco, al parecer, ha encontrado a alguien que quiere ayudarla y está dispuesta a escucharla. Da unas fuertes y controladas respiraciones antes de comenzar a hablar, hasta que logra desembucharlo todo. Le hace la historia con lujos de detalles, desde el momento en el que Amanda llegó a la habitación, hasta que ese hombre se la llevó.—¡Dios mío! Ahora entiendo tu desesperación, debió ser algo demasiado horrible para ti y sin poder hacer nada.—Yo sólo quería ayudarla de alguna manera, pero Claudia no quiso escucharme, era como si toda la súplica que le estuviera dando fuera en vano, como si estuviera hablando con la pared.—Bueno, no sé con exactitud qué pueda estar sucediendo en la vida de tu hija, lo que sí sé es que, unos minutos antes, vi a un chico, diría yo que de unos veinticinco años más o menos en el ala infantil hablando muy sospechosamente con Claudia y, creo que le dio algo, sólo que no sé qué era.—¿Será el mis
Amanda baja del auto con la niña en brazos, Pablo por su parte, debe reunirse con Alejo para ponerlo al tanto de todo.—¿Cómo está la niña? —pregunta luego de dar un jalón a su habano.—Bien, era sólo un problema con cólicos, algo así dijo el médico.—¿Todo por un puto pedo? Tenía que ser niña. —responde en tono despectivo.—No debería expresarse así de Emma, jefe. —Alejo lo miró como si deseara desaparecerlo del planeta.—¿De cuándo acá yo recibo órdenes de un pendejo como tú?—Disculpe, no fue mi intención.—¡Ah ya! Lárgate. Dile a mi mujer que se prepare, esta vez no la salva ni Mandraque el mago.Pablo asintió y salió de la oficina, sentía rabia de sólo pensar en Alejo poniendo un dedo sobre Amanda. Camino por el largo pasillo y mientras murmuraba se topó con Rubén.—Se te está haciendo costumbre hablar a solas, mijito.—Estoy cansado de que Alejo me insulte cada vez que quiere.—Qué raro, si eres su preferido, siempre te toma en cuenta para todo y te da los mejores trabajos.—No
La voz de Claudia, la otra enfermera, resonó en todo el pasillo desde sus espaldas. Teresa tuvo la delicadeza de girar junto con la silla de rueda para que Verónica también pudiera verla. Sus manos estaban temblando como un papel, quería mantenerse inmune, pero, después de todo lo que Verónica ha averiguado en tan pocos minutos, tiene los nervios a flor de piel y, el hecho de que Claudia no le inspire mucha confianza, no le ayuda para nada.—No sé si te has dado cuenta, pero he preguntado que a dónde la llevas.—Disculpa, es que me has tomado por sorpresa; la estoy llevando a hacerse uma ecografía, revisé su planilla para asegurarme de que todo estaba en orden y me di cuenta de que no se la había hecho hoy, supuse que habías estado muy ocupada y pensé en liberarte de ese trabajo, a fin de cuentas, a ti te necesitan em el área de quemado y a mí no, tienes más experiencia —Nafa de lo que Teresa decía era cierto, ella llevaba más tiempo trabajando que Claudia y le molestaba enormemente t
La mañana siguiente, Alejo despierta un tanto aturdido. No recuerda mucho de la noche anterior con claridad, asume que se debió al exceso de drogas y coñac que bebió. Un sincope agudo por la combinación de ambas sustancias, eso le dijo Alejo y él confia plenamente en Pablo, siempre ha sido así desde que lo conoció hace tres años atrás. Se levanta, se dicha y apenas baja a tomar un café para salir antes de que Amanda venga a desayunar con él. Sale en compañía de Rubén quien también le tiene información de Facundo Dominguez, su adversario y rival de territorio para narcomenudeo.—¿Hacia dónde vamos, patrón? —pregunta el chofer.—Vamos a la zona sur, tengo dos clientes que no han querido pagar y hoy mismo me encargaré de dejarle al resto una pequeña advertencia.El chofer conduce hasta el barrio donde le indicó Alejo. Rubén en tanto, no deja de pensar em la manera de hacerle saber a su jefe que su empleado de confianza lo está traicionando con su mujer.Alejo amaneció esa mañana revivien