Estaba en una sala austera, frente a un hombre imponente. Su cabello castaño caía en cascada hasta el cuello de su traje gris, dándole una apariencia de autoridad y misterio. Era Michele Nicaso, o al menos eso decía ser.
Traté desesperadamente de recordarlo, buscando en los recovecos de mi mente confusa cualquier rastro de reconocimiento. Pero sus rasgos, aunque vagamente familiares, permanecían envueltos en sombras y no podía recuperar ningún recuerdo concreto.
Michele me miraba con intensidad, sus ojos penetrantes buscando cualquier señal de reconocimiento en mi rostro.
La frustración y la confusión se mezclaban dentro de mí mientras luchaba por entender lo que estaba sucediendo. ¿Quién era ese hombre y por qué no podía recordarlo?
Con esfuerzo, intenté mantener la compostura, ocultando la oleada de miedo que amenazaba consumirme. Miré a Michele Nicaso con determinación, forzando mi mente a concentrarse en encontrar una forma de salir de esa situaci