Su perdición

Hernán le explica a Elisa cómo podría mejorar su técnica para que las pinceladas no sean tan gruesas, mientras sostiene su mano con delicadeza para trazar juntos un círculo que termina por completar las ruedas del carruaje real plasmado.

La rubia ha estado sintiendo todo el calor en su cuerpo, y al ver que Hernán actúa tan normal después de lo ocurrido ayer, la inquieta aún más. Ella siente cómo el hombre mayor suelta su mano y el vacío se extiende desde su mano hasta su pecho al no tener el contacto tan cálido. Ella quisiera no tener que alejarse nunca de lo que solo eso le hace sentir.

—Hernán… —musita con cautela.

Elisa estuvo analizando la situación toda la noche, casi no pudo dormir. No dejaba de soñar con Hernán entrando a su habitación, acostándose a su lado, abrazándola, y sintiendo su aliento en el cuello y la dureza de su masculinidad en su espalda baja, sí, como si ella supiera lo que es sentir eso. ¿Podría hacerlo? Cada vez que en sueños este hombre tocaba su abdomen ba
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