Alicia sintió cómo su garganta se cerraba. Mantuvo la mirada baja, pero su cuerpo temblaba por dentro. Había llegado el momento.
Alessandro apoyó los codos sobre los brazos del sillón. Lo miró directo a los ojos, con la intensidad de un león acorralado.
—¿Y por qué crees que voy a permitirlo? Te r