Alicia se dejó abrazar, apenas devolviendo el gesto. La dulzura de su hermana contrastaba con la oscuridad que sentía por dentro, pero había algo reconfortante en su calidez. Como si, por un momento, pudiera dejar de luchar.
—Gracias por recibirme —murmuró Alicia.
—Te estaba esperando —dijo Sofía,