—¿Has dormido algo? —preguntó su madre con voz suave, sentándose a su lado en el sofá del salón.
Alicia negó con la cabeza, abrazando una almohada contra su pecho, como si con eso pudiera contener el dolor que la quemaba por dentro.
—No puedo dormir si no sé si está bien… si sigue vivo.
La señora