Cuando desperté esa mañana, Seth ya no se encontraba en la casa. Casi toda la noche me había quedado despierta analizando los últimos tres días; Seth me había tratado de diferentes formas, y ninguna de esas formas logró que mínimamente dejara de pensar en él. Sí, era una masoquista o de plano necesitaba un psiquiatra.
Para ocupar mi mente, salí a correr. No era habitual en mí correr por las mañanas pero la ocasión ameritaba. Luego de dos vueltas enteras de las diez cuadras, me quedé en la plaza a tomar agua, el banco era tan confortable que mis pies agradecieron. Me sobresalto cuando alguien se sienta a mi lado, demasiado cerca.
--- ¡Joder Zaid! Me diste un susto de muerte. --- Lo codee tratando de tranquilizar mi respiración.
--- No es culpa mía que andes muy despistada niña. Van dos vueltas en la que no te has percatado de mi presencia. --- Sonrió mostrando todos sus dientes.
--- ¡Vaya! No puedo creerlo. --- Comenté. --- Lo siento, estaba pensando.
Enarcó las cejas. --- ¿Seth?
Su