Días después, nuestra dinámica familiar parecía estar mejorando.
Eva mostraba señales de estar más tolerante con mi presencia, permitiéndome acercarme y participar en sus actividades.
Aunque aún quedaban diferencias por resolver, teníamos una conexión más fuerte y eso me llenaba de esperanza.
En medio de una conversación en mi despacho, Gerald cuestionó mi decisión de quedarme. Su tono crítico reflejaba la incredulidad que sentía respecto a mi elección.
—No entiendo por qué quedarte aquí —pronunció con escepticismo.
—No puedo irme, mi mujer y mi hija están aquí. Transferiré la empresa y estableceré nuestras vidas aquí, junto a ellas —respondí con convicción.
Gerald pareció sorprendido por mi respuesta y mencionó:
—Es impresionante cómo has cambiado.
Sin darle mayor importancia a su comentario, cambié el enfoque de la conversación.
—Cuéntame, ¿cómo va el casino?
—Bueno, va avanzando, aunque sin tu dirección directa he hecho lo que puedo —respondió con honestidad.
—No me interesa tanto