Ariadna subió al primer taxi que pasó por la avenida. Las constantes discusiones con su familia la ponían mal.
Desde su punto de vista, su madre olvidaba que ya era una mujer adulta, con la capacidad de tomar sus propias decisiones. Divorciarse o no era su problema y de nadie más.
Con la vista fija en la ventana del auto, deseó apagar su cerebro por lo que quedaba de viaje. Veía el panorama completo y que su esposo saliera era algo difícil, pero se convencía de que no era imposible.
El conductor le informó que habían llegado. Ariadna sacó su cartera, contó el dinero y luego se lo entregó.
Al bajar, se acomodó el cabello antes de avanzar hacia el centro de detención. Desde donde la dejó el transporte hasta allí sería un aproximado de quince minutos.
Le resultaba extraño dar la verdadera dirección, quizá por los prejuicios infundados por sus padres. Sin embargo, ella siempre les repetía lo mismo: Nathan fue llevado hasta ese punto. No es una persona mala, solo tiene muchas heridas p