En Florencia, Fabrizio pasó un día atormentado sin noticias de Gabriella y temeroso de que le hubiera pasado algo. Durante la noche dio vueltas en su cama por un largo rato sin poder conciliar el sueño, hasta que, quién sabe a qué horas, buscó noticias sobre accidentes aéreos temiendo lo peor. Hasta que se quedó dormido gracias al cansancio.
El teléfono no tuvo que sonar dos veces porque Fabrizio contestó inmediatamente.
—Hola, ¿dónde estás? —sus palabras estaban cargadas de angustia.
—Hola, Fabrizio, estoy en Brasil.
—¡¿En Brasil?! —la sorpresa y el alivio se mezclaban en su voz.
Gabriella le dio todas las explicaciones a Fabrizio; también se disculpó por no llamarlo y decirle que iba a Brasil, pero todo fue tan caótico que ella solo tenía cabeza para su padre. El sentimiento de pé