Fabrizio llegó directo a encerrarse en su oficina. Marcia solo vio pasar a su jefe, que escasamente contestó a su saludo, e inmediatamente supo que no estaba de buen humor. ¡Qué humor iba a tener!, si había escuchado a Nicola decir que le gustaba alguien y todo apuntaba a que era Gabriella. Fabrizio sentía que el aire se volvía denso, casi irrespirable.
—¡Maldita sea! —gritó Fabrizio, tirando un montón de papeles al suelo con una fuerza que mostraba su frustración contenida.
Afuera, Marcia escuchó un ruido estrepitoso proveniente de la oficina de Fabrizio y salió pronto a ver qué sucedía. Sus pasos apresurados resonaron en el pasillo.
Los ojos de Marcia recorrieron el lugar. Había cosas esparcidas por todo el piso y su jefe estaba apoyado con las manos temblorosas sobre el escritorio, su rostro descompuesto por la ira y la desesperación.
—Señor Falco, ¿pasa algo? ¿Necesita que le traiga un vaso con agua? —preguntó Marcia, preocupada, con el ceño fruncido y los ojos abiertos de par en