Nunca Terminamos
Nunca Terminamos
Por: S.PamelaT.Beltrán
Prólogo

Todo comenzó a la tierna edad de 14 años, conocí a Demián en mi Colegio, unas miradas más, unas miradas menos, nos llevaron a nuestra primera relación sería de pareja, al comienzo no lo creí así pero el tiempo decía lo contrario.

Nos amábamos,  estuve con él por cuatro largos años, en él qué no sólo conocimos el amor de enamorados, sino también él amor físico.

Una noche cualquiera en su cuarto, nos entregamos a la pasión y al deseo por primera vez, jamás olvidaríamos el momento puesto que fue la primera vez para ambos, no sabíamos en lo que nos estábamos metiendo, tan sólo nos dejamos llevar por el calor juvenil de nuestros cuerpos.

Desde ese momento dejamos de ser inocentes y el sexo se convirtió en una necesidad en nuestra relación, ya no era salir de paseo, era quedarse en casa y hacer el amor en cada rincón pero sí teníamos sexo también debíamos ser conscientes de que podía suceder algo y a mis 18 años sucedió.

No sé si fue cobardía, no sé si tuve miedo pero no conté nada a nadie y menos a Demián, decidí alejarme de todos y de todo, sin pensar en qué me deparaba ese futuro próximo. Tan sólo desaparecí, me fui, ya que debía estudiar, entré a una universidad al otro lado del país, para que a nadie sé les ocurra buscarme.

Demián jamás entendió por qué me fui, es verdad, Nunca terminamos, tan solo me despedí de él por teléfono y me fui dejándolo con el corazón roto.

****

Unos dos meses después, trataba de esconder lo inminente de mis compañeros de universidad.

Sin saber nada de nada, mis amigos me llevaron a escalar, cómo quería qué todo siga igual aunque con náuseas, vómitos, dolores de pechos y mi vientre creciendo, me fui con ellos.

Los deportes extremos, me gustaban, me atraían, hacían crecer mi adrenalina, no tenía ningún tipo de cuidado pero eso fue contraproducente ese día, ya que perdí el equilibrio y caí como un saco de papas al comienzo de mi ascenso, me llevaron de urgencia al hospital, llegué a la noticia que había perdido el embarazo.

No sabía cómo sentirme, era una chica de 18 que no dijo nada a nadie sobre esto, tal vez estaba muy asustada y confundida como para poner otra clase de sentimiento a lo sucedido.

****

Volví a mi pequeño departamento después de unos días, pensé y pensé pero tampoco pude encontrar una solución al desbarajuste que era mi vida en esos momentos.

Me quedé en reposo como los médicos me indicaron, utilicé la mentira de una apendicitis para mantener al margen a todos, hasta a Demián que sabía que siempre estaba presente aunque no podía verlo.

****

Unas semanas después de volver del hospital, estaba haciendo zappin con el control remoto, ya aburrida de estar metida en cama.

Escuché el timbre de la puerta sonar, me pareció extraño puesto que mis amigos estarían en clases a esa hora. Me pare para abrirla antes que quemarán el timbre, porque eran muy insistentes.

-¡Para la caballería! - chillé al escuchar la insistencia,  me estaba volviendo loca.

Abrí la puerta, me encontré con un par de ojos color avellana, una policromía de jeans azules ajustados y una polera sin mangas negra, Demián estaba ahí en frente mío, era cómo si no lo hubiera visto años y sólo fueron meses, se había hecho hombre en mis brazos, entre mis piernas, pero mi ausencia lo había hecho más apetecible y más sexy ¿O tal vez esa era mi impresión?

Traté de comportarme indiferente, pero ¡Joder! Me era imposible no caer en ese encanto.

-Hola Renné - melodía que desde siempre me desarmaba completa.

-Hola... ¿Qué haces aquí? - fue lo único que sé me ocurrió preguntar en ese momento, todavía seguía embobada con la imagen que tenía en frente.

- Supe que te operaron y quise venir a verte, además tus padres estaban preocupados, debo llevarles noticias tuyas.

-Bueno, estoy muy bien, como puedes ver.

Él sonrió con esa media sonrisa que siempre me había vuelto loca y entró al departamento aunque yo no le había dado permiso.

- Prefiero ser yo él que juzgue eso.

Puse los ojos en blanco, qué más podía hacer, por un lado mi cuerpo ya estaba listo para recibirlo y mis bragas lo sabían, por otro, estaba asustada, tratando de mantener la compostura.

- ¿Comiste?

- No, todavía. Mi amiga me trae la comida después de terminar clases.

-Iré a comprar algo y volveré para que comamos juntos, me quedaré contigo un rato para que charlemos un poco.

Tragué saliva, ¿que m****a iba a hacer en esos momentos, mientras Demián iba por la comida? Cuando salió ya no pude volver a la cama, estaba ansiosa intentando buscar temas de conversación insignificantes para no llegar al punto de la reclamación y el temido ¿Porque me abandonaste? No tenía ningún argumento para salir de esa y tampoco iba a hablar del pequeño que no nació.

Media hora después Demián estaba de vuelta con comida, intenté alejarme de él, lo más que pude, pero además de buenmozo siempre fue muy caballeroso así que me pidió que me sentará y él sirvió la comida para ambos.

Estaba tan asustada que mi cuerpo no aceptaba bocado y Demián se dio cuenta.

-¿Por qué no comes? Estás convaleciente, debes alimentarte.

-Todavía la comida me causa náuseas, debe ser por los medicamentos.

-Quizás, pero debes comer.

-Está bien - suspiré vencida - pero no comeré todo.

- Estaré conforme si comes un poco.

Empujé unos cuantos tenedores de puré y unos cuantos de filete, después dejé el plato a un lado, la ansiedad no me dejaba respirar.

-Te veo asustada...

-Estás viendo mal.

-No vine a hablar de lo nuestro...- respondió con voz conciliadora- tan sólo vine a verte por qué me importas y estaba preocupado por tu salud.

-Lo sé Demián, pero ya me viste, estoy bien.

-Sí, supongo - Demián se paró en frente mío, tan cerca que el aroma de su cuerpo hizo que otra vez mis sentidos se ensañen con mis bragas y con mis malos pensamientos.

Tragué saliva y bajé la mirada, no podía verlo, cada vez que lo hacía mi conciencia también cobraba boleto.

-Te llevaré a tu cama para que duermas y descanses, mientras lo haces lavaré los platos y veré la tele.

-No es necesario que te quedes.

-Sé qué no es necesario que me quedé, pero quiero hacerlo.

Demián me alzó, me llevó a la cama, me arropó y se colocó al lado mío.

- ¿En serio, no preguntarás?...

-...Por el momento, no - me cortó, tomando el cambiador de canales - duerme un momento, necesitas descansar.

Me di vuelta y comencé a ver por el ventanal de mi cuarto, la verdad es que no podía dormir, pero traté de fingir qué lo hacía.

Cuando por fin gané sueño, sentí que Demián me abrazaba, como muchas veces lo había hecho cuando dormíamos juntos, se colocó en posición "cucharita" y metió su nariz entre mi cabello. En ese punto ya estaba como una olla de presión por explotar, era ese momento que mi cerebro se desenchufaba de mi cuerpo para que goce del calor que nuestros cuerpos despedían.

Seguí intentado hacer caso omiso a las sensaciones pero al sentir y reconocer su excitación, me dejé llevar, subí sus manos que tomaban mis manos hasta mis pechos, él comprendió lo que quería, los apretó, los amasó mientras mordía el lóbulo de mi oído, así seguimos un momento, hasta que corrieron debajo de mi sostén y apretaron mis pezones con intensidad. Me quitó la ropa velozmente, me acomodo mirándome fijamente y me devoró la boca, su lengua buscaba la mía con desesperación, mientras me besaba, bajó su mano a los pliegues de mí sexo y comenzó a estimularme, saltaba a cada momento, la verdad que no sabía cómo mi cuerpo se comportaría después del accidente, pero mi cerebro estaba tan aletargado qué poco me importó, tan sólo deseaba sentir ese cuerpo dentro mío.

Demián se sacó la ropa con mi ayuda y en cada prenda venía uno de sus besos arrebatadores.

Estaba deseosa tan deseosa que me reprochaba de ser tan fácil con él, cuando por fin se introdujo dentro mío, sentí esa sensación extraña que había sentido el primer día en que nos entregamos uno al otro, era ahí donde debía estar toda la vida, siendo poseída por él mientras sus ojos avellana se clavaban en mi alma y mi corazón.

Pasé de estar debajo de él, a estar encima y de estar sobre la cama a estar en el piso y alzada en sus brazos.

Por mi ventana veía como el sol cambiaba de posición pero no sabía cuánto tiempo estaba transcurriendo entre nuestros cuerpos llenos de sudor, entregándose a la pasión.

Caí rendida encima la cama y Demián cayó sobre mí, sus manos fueron al encuentro de mis pechos y ahí quedamos, yo mirando al techo de mi cuarto y él con la cabeza en mi vientre.

El silencio reinó por un buen tiempo hasta que nuestros cuerpos se aclimataron a la separación post coital.

- ¿Y Tu cicatriz? - preguntó buscando en mi vientre la dichosa cicatriz de mi "apendicitis imaginaria"

- Ehhhh... - no sabía que responder, mi cerebro todavía no coordinaba muy bien una mentira.

Demián alzó la mirada, sus manos todavía aprisionaban mis pechos sin querer soltarlos.

Esperó una respuesta que no pude responder y cambió la pregunta.

-¿Volverías conmigo a Toronto?

-Estoy estudiando, Demián, no volveré contigo. - respondí con rudeza.

-Siempre te comprendí, pero desde ese día que te viniste con tan solo una llamada de despedida, dejé de hacerlo. -Lo vi molesto, comenzó a recolectar su ropa con el ceño fruncido.

-No volveré...- respondí terminante.

-Haz lo que tú quieras - siseó y después lo vi desaparecer tras la puerta, como un huracán que había venido a causar estragos en mi vida y después se iba tan rápido como llegó.

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