—... ¿Acaso hay mejor castigo que ese?... Sola en el mundo, sin poder tener hijos propios, con riqueza que no le servirá de nada.
—Púdrete, Alexa —él le vuelve a decir.
Cuando la ojiverde se levanta de las piernas de su hermano, toma asiento frente a él, le pide a sus hombres que los dejen a solas y cruza las piernas. Lo ve a él allí, desangrándose, y a la chica en el suelo. Traga hondo todo el dolor por el rencor que tiene hacia su familia, pero especialmente por Magnus.
—Siempre lo supiste —ella expresa, y una lágrima por primera vez en años se desliza por su rostro pálido—. Él abusaba de mí. Tú lo sabías. Lo veías yendo a mi habitación en las noches, cuando eras niño y cuando eras adolescente, y jamás hiciste nada. Te quedaste callado aún y cuando una vez te pedí ayuda. —A este punto sus lágrimas salen sin parar—. Siempre has sido un adicto al poder y cuando él te prometió darte toda su riqueza con tal de que guardaras sus más retorcidos secretos, claro que no lo dudaste. Incluso c