CAPITULO 7. Explícame con peras y manzanas.

No hay un día en que no piense en la decisión que debo tomar. Ni un solo día. Y con solo ese pensamiento en la cabeza los días me pasaban muy rápido, todos parecidos entre sí.

Después de mi desmayo, Fernando logró inscribirnos en la universidad a Gabriel y a mí, porque no pudimos terminar el proceso aquel día. Por suerte, Rámses si había terminado el proceso y solo le faltaba retirar los horarios de clases, cosa que pudo hacer después.

De eso hace ya dos semanas.

Y sigo sin poder decidir. No me quedaban piel alrededor de las uñas, en momentos de estrés solía mordisquearlos, pero ahora mi horrible habito me hacía esconder las manos de la vista de todos. Menos de Rámses, él ahora vivía quitándome las manos de la boca como si yo fuese una niña pequeña y aplicándome desinfectantes que me causaban demasiado dolor.

Lo que él no sabía es que yo comenzaba a apreciar ese dolor, porque mientras mis dedos ardían no podía pensar en más nada. Ni en el bebé que crecía en mi vientre, ni en el que cr
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