Capítulo 8.

Me sentía nerviosa y ansiosa por discutir con Neferet sobre mi estadía en este castillo, no esperaba que fuera permanente, tenía la esperanza de salir y visitar a Leo... Saber que esta bien y poder darle una explicación sobre lo que pasó.

—¿estas bien? Te veo muy nerviosa —comentó Esmeralda con expresión divertida. 

—supongo que lo estoy, Esmeralda ¿tu crees que el señor Neferet me deje ir en unos meses? —la expresión de Esmeralda se vuelve seria y me mira de reojo por un momento, parece incomoda y sorprendida por mi pregunta.

—no será algo tan sencillo Anne, el... Espero mucho por ti —dijo al cabo de un rato.

—¿esperar? Pero si yo nunca lo había visto —dije confundida 

—lose, pero aún así el esperaba por ti —comentó con cautela.

Esmeralda no quiso hablarme más de ello, así que no insistí en el tema, me comentó que la ciudad era amplia pero que tenía que tener cuidado, pues no tenía marca de un vampiro así que un vampiro podría tomarme como suya, pero sería poco probable pues Neferet jamás permitirá tal cosa.

—¿podemos salir a la ciudad? —Esmeralda se encontraba frente a mi lavando los platos y solo me observó de reojo con una sonrisa.

—claro, pero tenemos que decirle al señor Neferet —bufo mentalmente al escuchar sus palabras, pues no quería pedir permiso.

¿Porque se preocupaba tanto? No es como si fuera una desconocida... Bien, quizás si pase mucho tiempo fuera de casa y tendría que acostumbrarme a lo que debió ser mi vida desde un inicio, con suerte podría escapar de este lugar e iniciar nuevamente mi vida, pero quizás no sería algo tan sencillo, pues Neferet posiblemente me encontraría, lo hizo una ves y lo haría de nuevo. 

Subí las escaleras y me adentre al tercer piso, caminando por un largo pasillo con demasiadas puertas, algunas estaban cerradas y otras solo eran habitaciones arregladas, hasta que llegue al final del pasillo y me encontré con una amplia oficina, que también parecía biblioteca pues tenía demasiados libros, todos sobre vampiros y hombres lobo, nuestros origines y debilidades, camine por el salón observando cada libro hasta que un pequeño ruido se escucho al fondo del salón haciéndome girar inmediatamente.

—tal parece que eres muy curiosa —lo dice divertido mientras me da la espalda, lleva una bata de color rojo, su cabello es marrón. Se gira para verme y sus ojos son rojos, un vampiro.

—¿y tu quien eres? —pregunté de mala gana.

—me llamó Azael, amigo de Neferet —dice acercándose a mi, retrocedo por instinto pues sus ojos color carmín me observan con fascinación. 

— ahora entiendo porque Neferet deseaba tenerte, hueles delicioso —dice con dificultad.

Me pongo tensa al sentir su cercanía y mi corazón me delata, siento la sangre bombear frenéticamente y Azael sonríe con malicia.

—que hermoso —ríe divertido y acerca sus labios a mi cuello.

Lo empujó inútilmente y comienzo a golpearlo sin poder lograr nada, Azael sujeta mis brazos y me arrastra a la pared impidiendo moverme.

—¡sueltame! ¡Esmeralda ayudame! —grito desesperada.

Chilló y me remuevo frenética pero Azael no se inmuta en lo más mínimo, sujeta mi rostro con fuerza causandome daño, gimo de dolor y Azael me muestra sus afilados colmillos y niego asustada.

—no, por favor no —suplico con todas mis fuerzas.

Azael roza sus colmillos en mi cuello y yo grito una última ves, lágrimas brotan de mis ojos, el pánico no me dejaba respirar, ¡no podía morderme! La repugnancia llegó a mi, al igual que el miedo y la impotencia, no podía describir el miedo que estaba sintiendo.

—¡suelta tus manos de ella! —escucho una voz ronca y demandante, se escuchaba como un trueno, congelando cada parte de mi cuerpo.

Por primera vez vi a Neferet perder el control de si mismo, la ira desfiguraba su rostro, la ira controlaban sus ojos causando un escalofrío al verlo, Neferet empujó a Azael contra un estante quebrandolo en un segundo, no pude evitar hacer una mueca de dolor pues un humano ya estaría muerto, Neferet se acerco nuevamente a Azael y lo sujeto con sus manos golpeando su rostro, y después su abdomen, lo tomó con sus manos y lo estampó contra la pared.

Pero yo corrí lejos de ahí, no deseaba estar presente ni un segundo más, me encerré en mi habitación y me escondí bajo mis sábanas como una niña pequeña, ¿que patético no? Como si eso me protegiera de algún modo, no podía dejar de llorar pero me obligue a mi misma a tranquilizarme, ¿siempre seria así? ¿Alguien deseando morderme? ¿Porque? No era un alimento, no era como un jugo que solo pruebas y dejas tirado después. Después de llorar varias horas me quedé dormida pensando una solo cosa... Esto no pasaría si estuviera con Leo.

Sentí la mirada de alguien en la oscuridad, abrí con dificultad mis ojos y me levante asustada de la cama alejandome de aquella silueta.

—tranquila soy yo —Neferet en una fracción de segundo me cargo como una bebe y me deposito nuevamente en la cama, mientras acariciaba un mechón de mi cabello.

La luna iluminaba su rostro, hacerlo parecer un ángel.

—lo lamento mucho Anne —sus ojos me observaban con mucha tristeza y culpa, sentí pena por el así que tome su mano, sentí mis mejillas arder por tal acto pero no podía evitarlo. 

—esta bien —respondo en susurro. 

—jamás volverán a ponerte un dedo encima Anne, te protegere mientras yo esté aquí —sus manos viajaron a mis mejillas y sus dedos tocaron por un segundo mis labios.

Su tacto era frío, como un cubo de hielo, era excitante a la misma ves, su belleza tentaria a la mismisima diosa del amor, pues era perfecto todo el es perfecto.

—tenía miedo —confesé. 

—Azael tuvo su castigo, y te aseguro que lo recordará para toda su vida, nadie toca lo que es mío —quería protestar, decirle que no le pertenecía, pero las palabras no salieron de mi boca.

¿Y si de verdad le pertenecia a Neferet? 

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