Capítulo 4 - Segundo encuentro

Llegamos a la clínica, papá corrió con mi madre en brazos y pedía ayuda, los mellos corrieron detrás de él y yo fui a aparcar el auto. Llegué a recepción, pregunté por la señora Dakota de Zuluaga, me dieron el piso a donde ir y salí corriendo. El ascensor estaba lleno, pregunté por las escaleras y estaban en la otra sala.

Sin importar el que me viera como una loca corrí desesperada por los pasillos y de la nada apareció un hombre, choqué de manera fuerte con él. Fue tal el impacto que el joven no pudo equilibrarse por tener las manos ocupadas con una bandeja de comida.

Ambos caímos en efecto rebote. El joven cayó de espalda y se golpeó con el borde de la pared. —Se escuchó el impacto duro y el golpe seco—. Por mi parte caí de frente y mis rodillas se vieron afectadas.

—¡Fíjate por donde caminas!

Era un chico vestido de negro, la bebida achocolatada se había derramado por el lugar, se tocó la cabeza y su mano se llenó de sangre.

» ¡Lo que faltaba!

—Lo siento.

Me levanté con un fuerte dolor en las rodillas. El joven me encaró… Se quedó mirando desde el piso como si me conociera, arrugó su frente.

—¿Otra vez tú?

—Disculpe, ¿no lo conozco?

Me hice la desentendida, claro que recordaba a ese atractivo chico, pero jamás me imaginé que nos reencontraríamos en estas circunstancias.  

—¡Ah! ¿No?

Se levantó, señaló con su dedo el pómulo izquierdo. Era muy alto, y era lindo.

» Un celular volador, ¿lo recuerdas? —Ya no podía seguir ocultando mi comportamiento anterior.

—Lo siento, sin embargo, en esta ocasión fue sin intención. —El joven iba a refutar—. Mi madre me necesita, discúlpame, lamento el golpe, al menos estamos en una clínica y te pueden revisar.

Le di la espalda y corrí en busca de mi familia. Esto sí era mucha casualidad. Encontrarlo de nuevo, en una ciudad diferente y otra vez lo golpeé. «Tierra trágame». Llegué al área donde ingresaron a mamá. Papá caminaba de un lado al otro, los mellos sentados. Un doctor salió por una puerta doble blanca, se acercó a la enfermera y esta señaló a mi padre. Me acerqué de manera lenta, el doctor se acercó.

—Señor Zuluaga, lamento darle esta noticia, pero la neurisma fue fulminante, no pudimos hacer nada.

¿Qué dijo? Eso no debían decirlo los médicos, como se le ocurrió decir que mi madre murió… ¡No!, no, él se equivocó, ella llegó con pulso…

—Estaba preparando la cena. —Esas palabras salieron de mi boca—. Papá dijo que tenía signos… —No sé qué pasaba—. Yo conduje lo más rápido que pude.

—Lo siento, se realizará todo el papeleo.

—No, no, no. ¡Mi mamá no se ha muerto! ¿Cierto papá?

Cada uno estaba por separado tratando de asimilarlo. Los mellos se movieron en su puesto de adelante y atrás. Papá seguía sin decir nada, yo veía todo, pero no aceptaba nada. Mamá estaba bien, nunca se enfermó… Los dólares de cabeza, me dijo que era por la falta de gafas…

» ¡Ella juró estar siempre a mi lado! Papá, papi, mi mamá no se ha muerto, ¿cierto?

—Emily…

—¡Ella juró nunca dejarnos, los mellos la necesitan! —Papá corrió a abrazarme—. ¡Ella no se pudo ir! Papá, papá, ella no me dejo. No lo hizo. ¿Cierto?

—Mi amor.

Los mellos llegaron a nuestro lado y cuando me abrazaron no pude más y comencé a gritar. Era una loca gritando el que no me dijeran mentiras, porque mi mamá no había muerto.

……**……

Me atendían en una camilla. El encuentro de nuevo con esa desconocida cabello rosado volvió a dejarme con un golpe y en esta ocasión fue necesario los puntos. Mi madre era quien me esperaba a que me suturaran tres puntos en la cabeza.

En la parte de afuera se escuchaba a una chicha gritar por la muerte de un familiar. Bueno, no era cualquier familiar, era su madre la que acababa de desaparecer. En el área donde me estaban suturando, nadie opinó. Si se me muriera mi madre, estaría gritando igual a esa joven. De un momento a otro dejó de grita.

—¿Cómo te caíste hijo?

—No me caí mamá. Una insolente me tumbó. Y tuvo el descaro de decir «Esta vez no fue con intención».

Niña tonta, bonita, pero descaradamente torpe. Me dolía la cabeza. Mamá ya tenía el brazo vendado, fueron treinta puntos, ahora tendrá una cicatriz desde el codo hasta la muñeca. Le mandaron reposo, a mi igual. Mamá dio su declaración y levantó los cargo. Firmó los documentos en la clínica para que nos dieran de alta. Al salir de la clínica varios periodistas nos interceptaron.

—¡¿Va a levantar cargos contra su esposo?!

Iniciaron las preguntas impertinentes. La abracé, ¿cómo se enteraron tan rápido?

—¿Va a separarse de uno de los hombres más ricos de Atlanta? —preguntó otro.

—¿Cómo tomará la noticia sus hijos de su infidelidad?

Mi madre se detuvo en ese momento y encaró al periodista. Esas son las jugadas sucias del gran señor Serkan. Me imagino que esa fue la razón por la cual los abuelos me heredaron a mí el setenta por ciento de las empresas una vez cumpla la mayoría de edad, porque conocieron a su verdadero hijo.

—Jamás lo he sido.

—Tenemos información diferente.

—Eso lo resolverá un tribunal. Pero si lanza una calumnia más, me encargaré de que le quiten su credencial. Jamás he sido infiel, algo que mi esposo no puede jurar.

Al ingresar al auto, mamá temblaba. Sonó su celular y yo lo contesté.

—Margarita. —Era el abogado de la familia—. ¿Margarita?

—Soy Iskander.

—Muchacho, pásame a tu mamá.

—No puede, te pondré en altavoz.

—¿Dime?

—Serkan saldrá bajo fianza, está muy enojado, no regreses a tu casa.

—¿Por qué me ayudas si eres su perro faldero?

—No te ayudo, pero tampoco es justo. Te aconsejo que no te le acerques.

—Gracias.

—Mamá…

—Vamos por tu hermana y nuestras cosas. ¿Estarás conmigo hijo? Tu papá va a buscar la manera de dejarme ante el mundo como la mala.

—Si se enfrenta a ti.

—No te metas…

—Me faltan seis meses para ser mayor de edad. Y quien demandará a mi padre seré yo. Y él no tendrá a las empresas Demir completas para usar a su antojo.

—Hijo, no… déjame a mí lucharlo, debo hacerlo. Aunque me imagino que ya debió de borrar la evidencia de las cámaras —sonreí.

—Muy seguro, pero no podría borrar, ni saber de las mías y será una prueba en contra para el mismo.

—Iskander como…

—No soy idiota mamá. Le conté al abuelo desde hace un par de años… desde la muerte de Deniz, tengo mucha información acumulada que él custodia y desde entonces me ha orientado para enfrentar a papá. Algo debo aprender de un buen militar de inteligencia retirado. —Se puso a llorar—. Yo seré quien denuncie a mi padre, y sé que lo que verás en dichos videos no te gustará.

—Esa ha sido la causa de tu rebeldía. ¿Cierto? —bajé la mirada.

—Vamos por Azra.

—Te amo, hijo.

—Y yo a ti mamá.

Durante todo el trayecto no dejó de llorar. Mientras conducía me toqué la herida en la cabeza. Era mucha casualidad encontrarme con ese cabello rosado en escenarios y ciudades distintas… ¿Qué estaría haciendo esa linda pelirosada en la clínica?

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