Me llamaron al celular para informarme que la camioneta había llegado. Bajamos, cancelé los servicios en la recepción y también pagué los de Emily. Iba a objetar, pero alcé mi dedo. Ella sabía nuestro código, nunca pagará nada a mi lado, eventualmente una salida y si ella se adelantaba. De lo contrario, no lo permitiré.
—¿De qué te ríes? —¿Sé ha molestado?
—¿Se te olvidó que no me gusta que gastes a mi lado?
—Creí que te habías modernizado un poco ante la igualdad de gastos. La igualdad femenina, el tema de gastos compartidos o tú pagas lo tuyo y yo me encargo de lo mío.
—No contigo. —Se sonrojó.
Me entregaron las llaves de la camioneta, los documentos y le abrí la puerta a mi Pelirosada. Al subirme busqué un supermercado para hacer las compras por una semana, ojalá pueda quedarme dos. En el momento en que iba a aceptar la ruta, sonó mi celular, era una videollamada de mi hermanita.
—Alguien se va a poner feliz. —acepté la llamada—. Hola, Esferita.
—¡Ya no estoy tan gorda!
—¿Llegaron