único que se enfocaba era en lo mucho que David amaba a ese niño pero la detestaba a ella aunque era su madre.
Sin importar si no tenía sentido y su hilo de pensamiento era retorcido, la pelirroja encontraba a su propio hijo como un obstáculo en el camino para que su esposo la amara, poco a poco, casi sin percatarse, Noah empezaba a ocupar un lugar similar al de Ángela, y eso solo servía para una cosa: desesperarla.
Cada día llegaba más rápido a un estado enceguecido, donde no notaba a quién tenía en frente; pero solo perdía los estribos cuando Noah hacía algo, aunque fuese insignificante.
No obstante, a pesar de que podía racionalizar eso una vez que recuperaba un poco de su cordura, no conseguía detenerse, no lograba evitarlo.
Cada vez que llegaba a esa conclusión, la atacaba el miedo.
Había cruzado una línea y parec&iacut