Se dio media vuelta para marcharse, no le interesaba lo que le sucediese a Laura. David no era un hombre amable, tras todos esos años viviendo con los Miller, descubrió en sí mismo un lado cruel.
Ignoró a Ruben que lo observaba con frialdad desde el umbral de la puerta; tampoco le importó que Pilar lo insultara, alternando sus ultrajes con llamados desesperados a su hija que aún no recuperaba la conciencia.
Cuando alcanzó el final de las escaleras, seguido por algunas empleadas, Pilar y el anciano, las puertas principales se abrieron de forma violenta, estrellándose contra la pared; Jacobo apareció frente a ellos de manera impetuosa, con la ropa mojada por la lluvia y una expresión de furia contenida a punto de estallar.
Sus ojos amenazadores se enfocaron en las figuras a mitad de la escalera: su padre, apoyando el peso de su cuerpo en el pasamanos; y Pilar, que tenía el rostro lleno de lágrimas y preocupación.
Destilaban odio y un gran deseo de acabar con ellos.
―Jacobo, cariño ―llam