INFIERNO
ERICK
-Mátalo – anima Fabrizio a la par mía – dale ya su cristiana muerte, no nos sirve de nada.
Le hago caso a mi amigo y con la hoja afilada de mi daga rebano el cuello del hombre que tengo de rodillas frente a mí, su cuerpo cae en medio de un pequeño charco de sangre con los ojos abiertos viendo a la nada.
Es una verdadera lástima que no colaboren y prefieran su suicidio antes de soltar la lengua.
Últimamente he estado muy desesperado, las ansias de prenderle fuego a todo me están consumiendo, perdí tiempo con ella, arruine el momento que pudimos tener por mi calentura y mi estupidez juntas.
Si algo le pasa, no me lo voy a perdonar nunca.
-¿Que me tienes? – le pregunto a Fabrizio que esta con su iPad en la mano – tiene que haber algo – limpio la sangre de mi daga con un pañuelo negro el cual dejo caer al suelo.
-Si – afirma sin apartar la vista del aparato – pero rastrearla está siendo complicado, parece que está en un lugar donde la señal no llega bien.
-¡Complicados mis