Capítulo 7

—¿Cómo no iba a ser mi responsabilidad? Es la hija de mi esposa, no iba a desahuciarla ni a separarla de su madre, además... cuando la vi por primera vez, me enamoré de ella, su mirada tan tierna e inocente, era una niña muy encantadora y cuando supe que Isabella tenía problemas con su marido, quería que Hannah fuera mi hija.

Aprieto con fuerza mi tabique y cierro los ojos, por mi mente pasan todos los hermosos momentos que pasamos como familia, de cuando Hannah era una niña y le gustaba salir a pasear con su perro, de cuando íbamos al parque y pedía miles de dulces, pero su madre decía que no, yo me moría por consentirla, la pobrecita había tenido una infancia bastante difícil, pero no me gustaba llevarle la contraria a mi esposa en cuanto a la educación de la niña, pero eso no me impedía consentirla  a sus espaldas, más aun cuando Isabella me dijo que no quería tener más hijos... deposité todos mis sueños y esperanzas en Hannah... ella es mi mundo.

Bloqueo mi teléfono y lo dejo sobre mi cama, luego me levanto y tomo el plato junto con el vaso que me ha traído Hannah. Camino hacia las escaleras y desde arriba puedo ver que sus amigos se están retirando, ella cierra la puerta y resopla con fuerza, se le nota bastante agobiada. Me acerqué a ella y le dije que sus amigos tenían una hora más para quedarse, pero me dijo que le daría mucha vergüenza que nos escuchen pelear, en especial porque ninguno de ellos sabe que es mi hijastra. ¿A caso le da vergüenza que sepan esto? espero que no, a mí no me da pena ni vergüenza que las personas conozcan la verdad, ya que estoy muy orgulloso de Hannah.

Muy entrada la noche, escucho como la puerta principal se cierra, enseguida apago la televisión y salgo de mi habitación, desde arriba veo a mi esposa dejar sus cosas en su lugar, colgando su bolsa sobre el perchero que estaba por ahí cerca; debo mantener la calma, Hannah debe estar durmiendo y no quiero que siga escuchando nuestras peleas.

Veo que camina hacia la cocina con mucho cuidado, como si fuera una ladrona. Suspiro con suavidad y me voy al cuarto que compartíamos antes; es ridículo que haya llegado a esta situación, es mi esposa y se supone que deberíamos compartir lecho, llevar una vida tranquila, no digo que perfecta, pero si como la de antes, tranquila, serena, con nuestras peleas ocasionales, pero no estar peleando todo el tiempo, la casa parece un campo de guerra.

Me siento en la orilla de la cama, me froto la cara con fuerza y dejo escapar un resoplo de irritación. Sé que, si me separo de Isabella, se llevará a Hannah y no estoy dispuesto a perder a mi hija, debo encontrar la manera de solucionar las cosas con ella antes de que sea demasiado tarde.

La puerta de la habitación se abre, la luz se enciende y mi esposa suelta un jadeo de sorpresa al verme sentado en la cama, volteo a verla y noto como pone los ojos en blanco ¿Qué fue lo que ocurrió entre nosotros? Me levanto de la cama y camino hacia ella, preguntándole donde estuvo y porque no contestaba mis preguntas, ella me dijo que estaba pasando un rato con sus amigos y que no quería que la molestara, que quería estar libre de mí y de la niña por un rato, nada más.

—No te estoy pidiendo que me des una cronología de lo que haces, solo pido que me avises a dónde vas a salir, es todo.

—¿Vas a empezar a joderme, Henry?

—Isabella, son las tres de la mañana, la niña y yo estábamos preocupados por ti, no contestabas las llamadas ni mensajes, si algo te ocurre ¿Cómo voy a poder auxiliarte si no sé dónde estás?

—Estas exagerando las cosas, solo quieres tenerme controlada, como todo en tu vida— Me empuja con brusquedad mientras se acerca a su tocador y se sienta en la banquita, quitándose los pendientes y el collar. —No soy una de tus putas a las que puedas manipular ni controlar, ya lo sabes.

—No quiero tenerte controlada, me preocupas, te amo y no quiero que nada malo te pase ¿Tan difícil es entender eso? Bastaba con que me enviaras un mensaje diciéndome que irías al bar a tomar con tus amigos y listo, es todo lo que pido.

Isabella a aporreado las manos contra la mesita y ha empezado a gritar, le dije que baje la voz porque Hannah estaba durmiendo, pero grito que le valía un coño y que iba a gritar si ella quería porque estaba en su casa. Las cosas empiezan a calentarse demasiado rápido, al final he terminado por irme de la habitación, azotando la puerta. Enseguida me arrepiento de haberlo hecho, le prometí a Hannah que evitaría gritar.

Frustrado y cansado, decido ir a la cocina, necesito tomar un poco de té para relajarme, mañana voy a compensar a Hannah por lo ocurrido. Mientras bajo las escaleras, me encuentro con el perro de mi hija brincando y moviendo la cola, este se me tira encima y me pide caricias, pero me limito a decirle que se haga a un lado mientras sigo caminando hasta llegar a mi destino.

Para mi enorme sorpresa, me encuentro con Hannah, que trae un pijama algo... reveladora ¿¡Quién le compra su ropa a esta niña?! Yo no recuerdo haberle comprado eso ni el bikini de hoy en la tarde. Su camisón es de color negro con encajes en el abdomen y se ajusta a su cuerpo.

—Hannah— Chillo con sorpresa al verla. —Lamento que hayas tenido que escuchar nuestra discusión.

—Descuida, papi— Musita alegremente mientras me entrega una taza, de ella emana un vapor bastante reconfortante. —De igual forma no podía dormir, estoy algo estresada por los próximos exámenes.

Acerco la taza a mi nariz y dejo que el aroma a hierva buena inunde mis sentidos, también puedo sentir un ligero aroma a miel y naranja, escucho como algo se desliza en mi dirección haciendo que abra los ojos y baje la mirada hacia la meseta. Es una pequeña jarrita de porcelana, dentro tiene leche.

—Gracias, cariño— Pongo la taza sobre el portavaso y le sirvo la leche. —Eres muy amable.

—No tienes nada que agradecer papi— Se acerca a mí y deposita un beso en mi mejilla, una de sus manos se desliza por mi pierna derecha, apretándola suavemente. —Trata de descansar, que mañana tienes mucho trabajo.

Teniéndola cerca, puedo sentir un ligero aroma a chocolate, como si se hubiera puesto perfume, incluso me atrevería a decir que ahora mismo trae puesto su perfume favorito, pero eso sería absurdo ¿Por qué se lo pondría a estas horas? ¿A caso... se habrá colado alguien a su cuarto? No, no creo, mi Hannah no haría eso.

Se aleja de mí y veo como empieza a irse de la cocina, viéndola de espaldas, puedo notar que trae puesto un hilo dental, enseguida desvío la mirada y carraspeo la garganta, haciendo que ella se detenga y gire levemente su cuerpo en mi dirección.

—¿Sucede algo, papi?

—No cariño, descansa.

Me dedica una amplia sonrisa y se va escaleras arriba, cuando escucho que la puerta de su habitación se cierra, recargo mis codos sobre la meseta, preguntándome a donde ha ido esa nenita pequeña y tranquila, llena de curiosidad por el mundo. levanto la mirada, contemplando el techo por varios minutos.

—Es verdad, Hannah ya no es una niña, se está convirtiendo en una mujer.... — Resoplo varias veces, recuerdo con claridad las veces que ella me pedía que la llevara sobre mi espalda. —El tiempo pasa volando.

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