Elaide sabía que no estaba sola cuando se despertó en la mañana. Podía sentir una mano sobre su vientre y el calor de una persona a su costado.
Giró la cabeza y vio a Ezio. Él estaba recostado de costado, aún dormido, y lucía tan pacífico. Hermoso.
Se sentía como atrapada en un sueño, en uno de esos de los que no quería despertar. Sin detenerse a pensarlo levantó una mano, la llevó hasta su rostro y lo acarició con delicadeza.
La tarde anterior se había sentido como si hubieran entrado en una burbuja que los aislaba de la realidad. Después de que él la había llevado a la cama, se habían pasado lo que restaba del día besándose y bromeando. Sin embargo, sabía que los problemas entre ellos no habían dejado de existir.
Ezio no había pasado de besos, pero, de haberlo hecho, estaba segura