En los ojos del señor Fausto vi agradecimiento por lo que había pasado. Ella estaba de regreso.
—Gracias también por evitar el matar a ese hombre. —Santiago me tendió su mano. Miró a todos los presentes—. Gracias a todos, aunque no conozco a algunos, gracias por cuidar a mi hermana.
—Roland quería salir de este mundo por su hija. —Don Fausto afirmó—. Creo que ya le dimos un sentido a sus días con las empresas nuevas del jefe.
—¿Las organizaciones? —afirmé mirando a Santiago.
—Sí.
—¿Ahora qué viene? —preguntó el suegro de Roland.
—Devolver a los niños a sus casas.
Los tres hombres que me acompañaban, miramos por el gran ventanal, el cual da al lugar donde los doctores revisaban a unos niños, Inés sirviendo la cena a un grupo, las trabajadoras sociales entrevistando, la señora Verónica y Luz Marina llenaban de abrazos y besos a los más chicos. Enrique permanecía pegado a la señora. Mañana será un día largo.
—¿En qué ayudamos nosotros? —sonreí.
—Debemos organizar tres habitaciones para