Ante la mirada asombrada de todos, Luis levantó la mano y señaló al supuesto impostor: —¡El verdadero médico milagroso en realidad, es este caballero!
Al escuchar estas palabras, las piernas de los dos médicos se congelaron en el acto, justo cuando estaban a punto de arrodillarse. Se quedaron estupefactos al instante, con una expresión de absoluta sorpresa.
¿No habrán escuchado mal?
Luis, como si no notara sus expresiones, dio un paso hacia adelante y estrechó con firmeza la mano del médico, agradecido: —Médico milagroso, gracias por haberme curado hace cinco años. Siempre recordaré su bondad.
—¿Por qué no me avisó de su llegada a Crestavalle? De haberlo sabido, habría preparado una cálida bienvenida.
Ante la gran emoción de Luis, el médico milagroso se sintió confundido, pero pronto recuperó la compostura y respondió con falsa modestia en voz alta: —No necesita pensar en recompensarme. Siempre he curado a las personas sin esperar nada a cambio.
—Su nobleza me conmueve profundamente—di