Si la montaña no venía a mí, yo iría a la montaña.
Necesitaba respuestas, necesitaba explicaciones. Quería saber mucha cosas y casi nadie ayudaba. Y cuando decía que casi nadie ayudaba era NADIE. Huían de mí.
Entonces, decidí que un pecezuelo mordiera mi anzuelo.
Decirle a mi abuelo que necesitaba una seción con mi psicólogo.
O sea, él. Usaría la excusa perfecta para hacer que me dijera cosas. Y él pareció muy entusiasmado con eso. Porque, bueno, ya casi era un mes de que descubrí que tengo TLP. Nada lindo la verdad, pero el tiempo pasa rápido, y mis locuras no acaban. Locuras por no decirle otra cosa.
¿Te conté que había entrado al cuarto de mi madre y cambiado su medicamento y que resultó ser morfina y conseguí que empeorará?