Capítulo 28
¡La Mentira de Diana!
Al día siguiente cuando bajé para desayunar, la abuela Cecil me esperaba en el salón, estaba muy seria y con unos aires de tristeza que me arrugó el corazón. La abracé como cada mañana y le di un beso en la mejilla.
–No me dijiste que Katherine se había ido ayer –miraba al vacio y sus ojos vivaces estaban apagados y cristalizados –. ¿No merezco tu confianza, María Eugenia?
Mis ojos se cristalizaron ante las palabras de la abuela Cecil, ella significaba mucho para mí –: No es por eso abuela, es que no creí ser la más indicada para decírtelo. Eso le correspondía a Harry –le dije lagrimeando.
La abuela, sin importarle si alguien la veía, se levantó de la silla y tomó mi rostro entre sus manos