Entrelacé mis dedos con los de Jack, apoyando mi rostro sobre su hombro, escuchando uno a uno los mejores deseos de todos quienes nos querían.
Mi marido jugueteaba con mi cabello con su mano libre y de vez en cuando me daba uno que otro beso en la frente, haciéndome sonrojar con ello. La gente bailó al ritmo de la alocada música y se divirtió como si no hubiera un mañana.
Las fotos iba y venían, los flashes llegaron al punto de cegarme, el ramo de flores se lo gano Nia entre el tumulto de competidores, lo que alegró sobremanera a Ryan, sin embargo, ese tonto tardaría muchos años más en pedir su mano.
La mayoría de las personas habían bebido tanto, que a partir de la medianoche, gran parte de la fiesta se había marchado para sus habitaciones y nosotros dos no fuimos la excepción.
— ¿Y entonces, señora Wolfang de Thierry, que se siente ser mi esposa? —preguntó Jack con esa voz seductora y sus labios pegados a mi garganta la cual no se cansaba de besar.
Dejé escapar un sonrisa brillan