Capítulo 69
Sara mordía sus labios rojos, y sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Cuando la vi de pie justo detrás de Carlos y de mí, me quedé atónita.

No sabía cuánto tiempo había estado allí ni cuánto había visto, tal vez nunca se fue y estuvo observando durante horas.

Eso significaba que era muy probable que hubiera presenciado todo cuando Carlos me trataba de esa manera tan humillante.

Sus ojos se enrojecieron, su mente estaba nublada por la conmoción, y había abandonado toda pretensión, actuando casi por puro instinto.

Aprovechó que agaché la cabeza, corrió hacia mí, tomó las tijeras que estaban en el suelo y cortó un mechón de mi cabello. —¡Devuélveme a mi hermano! ¡Devuélveme a mi hermano!—, gritaba desesperada.

En ese momento, el tiempo pareció detenerse; nadie habló ni se movió, y solo mi cabello caía suavemente al suelo.

Cada hebra de cabello era ligera, pero cada una parecía pesar toneladas al golpear mi corazón.

¿Acaso la familia Díaz se había vuelto adicta a maltr
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