Carlos dijo:
—Carmen y yo somos socios. Quería crear algunas oportunidades para mi esposa, pero ahora el contrato ha terminado.
Mientras hablaba, su cálida mano no soltaba la mía debajo de la mesa, y sus ojos estaban llenos de ternura al mirarme.
Aunque sabía con claridad qué parte de sus palabras era verdad y cuál era mentira, en ese momento, no pude evitar caer en su dulzura.
El rostro de Carmen se veía descompuesto. A pesar de ello, las personas alrededor comenzaron a elogiar a Carlos por lo bien que trataba a sus colaboradores. Decían que Carmen había logrado construir una carrera exitosa gracias a él y que no podía quejarse de haber sido maltratada.
Carlos se inclinó hacia mí, su aliento cálido acariciando mi oído.
—Olivia, ¿salimos a tomar aire? Si seguimos así, tu esposo va a terminar bebiendo demasiado.
Mi corazón latía con fuerza. Sabía que estaba a punto de rendirme.
Carlos tomó mi mano y me guio hacia afuera del estudio de televisión. Llamó al chofer para que acercar