Capítulo 304
Este acuario era mucho más grueso que un acuario común.

Carlos levantó la silla y la dejó caer con tanta fuerza que sus manos se entumecieron. A pesar del caos dentro del acuario y el pánico de los peces dorados, el acuario en sí no sufrió ningún daño.

Carlos, furioso, no se detuvo, como si no fuera a descansar hasta destrozarlo, y golpeó de nuevo.

Un golpe, dos golpes.

Hasta que el acuario se rompió por completo, creando un agujero por donde el agua comenzó a salir a chorros, empapando sus pantalones.

Ya no podía preocuparme por nada más. Tomé la ropa y traté de atrapar los peces que saltaban por el suelo, corriendo rápidamente al baño para llenar un recipiente con agua.

Salvarlos era como salvarme a mí misma.

Cuando vi que nadaban tranquilamente en el recipiente, finalmente respiré aliviada.

En ese momento, una gran mano apareció en el borde del recipiente, vertiendo el agua y los peces directamente en el inodoro.

Carlos presionó el botón de la cisterna.

Quedé sorprendida,
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