La cocina era un caos de risas y cuchillos chocando contra los platos mientras el desayuno avanzaba en medio de un ambiente bullicioso. La luz matutina entraba por las grandes ventanas, iluminando la mesa repleta de hot cakes, frutas y tazas de chocolate caliente.
Ethan, con su café negro en una mano y el periódico en la otra, observaba a los niños devorar su desayuno como si hubieran pasado días sin comer.
—¿De dónde sacan tanto apetito? —preguntó con incredulidad, arqueando una ceja.
Adrián, con la boca llena, apenas pudo responder.
—¡Arthur cocina rico!
Donkan asintió enérgicamente, con el sirope chorreando por su barbilla.
—¡Sí! ¡Yo podría comer esto todos los días!
Ethan miró su propio plato, que tenía una porción mucho más modesta en comparación con la de los niños, y luego miró a Ava, quien también los observaba divertida.
—No sé si deba estar impresionado o preocupado —murmuró, tomando un sorbo de café.
Ava soltó una risa y le dio un golpecito en el brazo.
—Son niños. La comid