55. Tiene derecho a su privacidad.
La mansión de Asad era imponente. Sus torres parecían tocar el cielo y sus ventanales brillaban bajo el sol. Era como un castillo de cuento de hadas, pero con un aire de misterio que lo rodeaba todo.
Amir e Irina se miraron a los ojos. Sus corazones latían con fuerza, como si estuvieran a punto de salir de sus pechos. Se querían desde hacía mucho tiempo, pero habían tenido que luchar por su amor y separarse durante varios años para que fuera posible. Ahora, por fin, se habían casado haciendo pública su relación.
—Estás preciosa —le susurró Amir a Irina, tomándola de la mano—. No hay mujer más hermosa en el mundo.
Irina se sonrojó y le sonrió observando a
Asad, que con una copa de champán en la mano, levantó la voz para llamar la atención de todos.
—Queridos amigos y familiares —dijo con una sonrisa—. Hoy es un día muy especial para mí. Mi hijo Amir y mi hija Irina se casan, y no puedo ser más feliz. Les deseo toda la felicidad del mundo.
—Brindo por su amor— continuó Asad, levantando