Capítulo 8
Miré un video que acababa de hacerse viral. En él, un hombre arrojaba un anillo al mar mientras una chica, sin dudarlo, saltaba tras él. Las olas eran intensas, y la figura de la chica se desvaneció rápidamente. El creador del video comentó que el hombre había saltado al agua para salvarla, y que ambos se habían abrazado fuertemente en el mar, recuperando el anillo. Sin embargo, por respeto a la privacidad, no mostraría más.

Recordé el día que Pablo, pálido, me ofreció una bebida fría que había comprado para mí. Me dio lástima, así que le entregué un medicamento para el golpe de calor. Pero la realidad era otra. Él no se veía mal por el calor o la fila. No, estaba agotado porque había saltado al mar para salvar a Renata y su anillo. Incluso en sus intentos de reconciliación, Pablo seguía conectado a las dos mujeres.

Marqué el número de Pablo. Esta vez, el tono apenas había comenzado cuando escuché su voz llena de euforia:

—¡Celia! Al fin me llamaste. ¿Estás bien? Voy para allá ahora mi
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