Capítulo 40— Días interminables
Narrador:
Simón repasaba una y otra vez los documentos frente a él, sintiendo que cada número, cada cifra, cada informe le pesaba más que una tonelada de cemento sobre los hombros. La auditoría estaba en marcha, y él tenía que demostrar que era capaz de asumir esa responsabilidad. Que no era solo el hermano menor problemático que todos creían.
Se frotó el rostro con ambas manos, exhalando con frustración. Llevaba horas encerrado en su oficina, revisando documentos hasta que las letras comenzaban a mezclarse entre sí. Sus dedos juguetearon con el nudo de su corbata, tirando de él hasta aflojarlo un poco. Nunca le habían gustado estas formalidades, pero ahora tenía que adaptarse.
Respiró hondo, tomó un bolígrafo y volvió a revisar las cifras de la auditoría.
Al poco tiempo, Seth entró con paso firme, con su usual porte imponente.
—¿Sigues aquí? —Lo observó unos segundos —¿Sabes que pareces un oficinista deprimido, verdad?
Simón resopló, sin levantar la vi