Traté de relajarme y respiré profundo, apartando ese día y escondiéndolo en lo más recóndito de mi cerebro.
Preferí pensar en otra cosa, como el hecho que en cualquier momento Derek se levantaría y les daría una paliza por ingratos.
―¿Saben que los tenemos grabados en video? Tengo el material suficiente para hundirlos en la miseria.
Mi madre, tan prepotente como siempre, intervino:
―Venga ya, ¿vas armar tanto jaleos por unos huevos de decoración?
―Esos huevos de decoración, como usted lo llama, fue un regalo de la realeza y tienen un valor de millones de dólares. ¿Lo olvidaron? ―habló Derek, con seriedad.
Mis padres se miraron el uno al otro, mostrando nerviosismo. Inclusive pude escucharlos tragar saliva.
―¿Me van a decir dónde están o se los tengo que sacar a golpes? ―insistió mi esp