Capítulo cuatro. Provocación

Amber sintió un placer que no debía sentir, que debería ser prohibido, sin embargo, no pudo evitar regocijarse completamente feliz al ver el rostro crispado de Thiago Montgomery. Intuía los deseos asesinos que nacían en el hombre y que estaban lejos de espantarla. “Quizás tenga un alma suicida”, pensó Amber sin dejar de sonreír.

—¡Thiago! —La voz de Maggi rompió la burbuja en la que se habían sumergido los dos, olvidándose momentáneamente de la presencia de la mujer.

—Maggi —saludó con voz fría.

Thiago quería borrar la sonrisa de Amber de un plumazo y demostrarle que… ¿Qué? ¿Qué era lo que iba a demostrarle? Todo esto era una reverenda estupidez, pensó y se apartó ligeramente de Maggi para verla fijamente.

—Ya Amber me ha dicho que estarán trabajando juntos. ¡Eso es maravilloso! No sabes lo mucho que voy a agradecerte que seas un mentor para ella—dijo con efusiva alegría, ajena a los sentimientos asesinos que nacían entre ellos—, siempre mostró interés en la empresa, pero sabes lo que piensa mi padre al respecto —añadió cambiando su tono de voz.

Amber se mordió el labio.

—Espero que no hayas dicho cosas desagradables de mí, sería una verdadera pena que iniciemos mal nuestra relación —dijo Thiago, y la palabra “relación”, le hizo estremecer. ¿Qué diablos le pasaba? Volvió a preguntarse por tercera vez ese día, ¿o era la cuarta?

—Solo le he dicho la verdad. Eres un hombre competitivo e inteligente y estoy segura de que aprenderé mucho de ti, quizás cuando te jubiles podré tomar las riendas de la empresa —respondió Amber mojando los labios en la copa de vino y pasando la punta de su lengua sobre la boca de la fina copa.

—No soy tan viejo para pensar en la jubilación, tendrás tiempo para aprender de mí, sino terminas primero por irte a Italia, —la retó y sé maldijo al mismo tiempo por seguir con la mirada aquella m*****a húmeda y rosada lengua deslizarse por la copa.

—¡Por Dios! En casa no se habla de negocios, quiero brindar por el regreso de Amber —interrumpió Maggi aquel duelo de miradas. Entregó una copa a Thiago para unirse a la celebración.

—Gracias Maggi, te eché de menos todos estos años —dijo Amber sentándose de nuevo en el sillón y cruzando las piernas. Dirigió una mirada complacida a su cuñado antes de agregar: —No sabes lo que significa para mí que me ofrezcas asilo en tu casa, mientras encuentro un apartamento para mí y para Andy —soltó mirando con placer como el rostro de Thiago palidecía completamente.

—¿¡Qué!? —medio preguntó medio gritó Thiago a punto de lanzarse sobre Amber por la mezquina jugarreta que estaba haciendo.

—Es sobre lo que quería hablarte esta mañana Thiago, mi madre me ha llamado y teme un enfrentamiento entre Amber y mi padre y sabes que ella no está para enojos. ¿Te molesta la invitación que le he extendido a mi hermana? —preguntó consciente de estar violando su acuerdo. Pero eran amigos y esperaba que su marido comprendiera la situación de su hermana menor.

Thiago no respondió, su mirada se volvió de acero cuando la posó de nuevo sobre Amber y era evidente para él que ella estaba disfrutando de lo lindo. Lo que la pobre niña no sabía es que para jugar se necesitaban dos y él estaría encantado de demostrar que con él no se jugaba sin quemarse. Amber Preston iba a arder en su fuego y él malditamente iba a gozarlo.

—¿Thiago? —la voz de Maggi le hizo al magnate volver su atención a la conversación.

—No tengo ningún problema —dijo y dirigiéndose una vez más a Amber. —Espero disfrutes tu estadía en MI casa —remarcó gustoso esa pequeña y poderosa sílaba “mi”, y salió del jardín para encerrarse en su despacho. Necesitaba beber algo más fuerte que el vino.

—Creo que se ha molestado —dijo Maggi con un puchero.

Amber no pudo evitar sentirse ligeramente culpable por utilizar a su hermana de esta manera y mucho menos ponerla en mal con su esposo. Pero el fin justificaba los medios ¿No?

—Puedo quedarme en casa de nuestros padres, quizá mamá solo esté exagerando un poco —intentó decir, deseando que su hermana no le tomara la palabra al pie de la letra.

—De ninguna manera, conozco a papá y sé que no te dejará tranquila. Él hará todo lo posible por tratar de encontrarte un hombre que tenga un contrato millonario bajo el brazo. Yo acepté esto porque no había otra opción y porque de alguna manera Thiago y yo teníamos mucho que ganar.

—¿Estás enamorada de él? —preguntó sin poder contener su lengua. La idea de que su hermana pudiera amar a ese patán le aterró y disgustó en la misma medida.

—Lo quiero mucho, Thiago no es un mal hombre. Pero… no deseo hablar de mi relación ahora; mejor cuéntame más de Andy —dijo Maggi, pensando equivocadamente que era la mujer de quien su hermana estaba enamorada.

Las hermanas se enfrascaron en una larga conversación y se pusieron de acuerdo en el día y la hora en que Amber y Andy se trasladarían a la mansión Montgomery. Por supuesto, para Amber todo había sido bueno y rápido, pero decirle a Andy la noticia no era cosa fácil.

—¿¡Qué!? ¿¡Te has vuelto loca Amber!? ¿¡O naciste con un defecto de inteligencia!? —gritó Andy cerca de la media noche.

—¡No grites! —exclamó Amber, tapando la boca de Andy con sus manos.

La muchacha se movió inquieta y miró a su amiga con ojos furiosos y asustados.

—Voy a quitar mi mano, tu mirada me asusta, pero por favor no vuelvas a gritar —pidió y Andy asintió.

—¿¡Qué es lo que has hecho!? —masculló la muchacha con los dientes apretados. Contenerse para no gritar, le estaba resultando un esfuerzo titánico. Andy quería golpear a su mejor amiga hasta que la inteligencia volviera a ella, no era posible que tratara de meterse a la cueva de león por voluntad propia.

—Yo no he hecho nada. Le hablé a mamá para pedir la dirección de mi hermana; no sabía que ellas habían estado hablando de mí por la mañana, es como si el destino quisiera conspirar a mi favor…

—Amber… ¡Ningún puto destino! ¡Estás buscando problemas con Thiago! —exclamó conteniendo la voz.

Amber hizo un puchero y puso los ojos de cordero degollado, pero no sirvió de mucho para aplacar el enojo de Andy.

Sin embargo, Andy estaba mucho más preocupada por su amiga de lo que deseaba admitir. Ese comportamiento en Amber no era normal y temía que se viera arrastrada cada día más hacia Thiago Montgomery.

A la mañana siguiente para Amber fue un verdadero sacrificio abrir los ojos, se había acostado casi en la madrugada, tratando de convencer a Andy para qué aceptara trasladarse con ella a casa de Maggi y de… ¡Thiago!, el solo pensamiento del hombre le hizo ponerse de pie y olvidarse de todo lo demás.

Amber corrió a la ducha como si su vida dependiera de eso; se dio el baño más rápido de la historia y salió como un rayo hacia la oficina. Se saltó no solamente el desayuno, sino también algunos cuantos semáforos en rojo, mientras rogaba por llegar a tiempo. No deseaba un enfrentamiento mañanero con su jefe, no se sentía mentalmente capacitada, y su cabeza estaba ligeramente embotada aún por la botella de vino que se había bebido luego de volver de casa de su hermana. ¡Andy era la culpable! Si no fuera tan fiera y directa, pensó.

—¡Llegas tarde! —dijo Lucero apenas lo miró atravesar las puertas del ascensor.

—¡Dime algo que no sepa, mujer! ¿El ogro está en su oficina? —preguntó y la chica frunció el ceño.

—¿Qué ogro? —le cuestionó confundida y Amber se maldijo para sus adentros.

—Quiero decir si el señor Montgomery está en su oficina.

—No, no ha llegado aún, llamó para dejarte instrucciones. Limpia su oficina y no toques las carpetas que están sobre su escritorio, son importantes y él prefiere tenerlas a la mano —dijo Lucero volviendo su atención a su trabajo.

—Perfecto —dijo, mientras deslizaba una pequeña sonrisa perversa por sus labios. “Así que las carpetas sobre tu escritorio son importantes”, pensó y sus ánimos se renovaron instantáneamente.

Thiago golpeó el volante con una de sus manos, estaba atrapado en el tráfico y debía armarse de paciencia para volver a la oficina. La reunión con el CEO de la Ensambladora de autos, no había ido como deseaba. Y su mal genio se había disparado ante la insistencia del viejo Lowell desde Nueva York.

Cuando por fin entró al estacionamiento ya no se consideró un ser humano, sobre todo, al encontrarse con el auto de Amber Preston estacionado en su sitio.

El enojo y la ira por lo ocurrido en su casa barrió su poca cordura. Apretó los puños y caminó hacia el ascensor y rogaba, ¡rogaba! Porque la chica fuera inteligente, tuviese instinto de supervivencia y se pusiera fuera de su alcance, por lo que quedaba del día. ¡Se había colado en la empresa y si eso no era suficiente, también lo había hecho en su casa! ¡Su casa!, el lugar que debía ser sagrado para él, donde podía dejar el estrés del trabajo. Pero con la llegada de la rubia seguramente se convertiría en un infierno.

—Has vuelto —susurró Amber careciendo totalmente del instinto de supervivencia.

—¿Qué diablos haces aquí? —gruñó Thiago sin mirarla.

—Aquí trabajo, señor, ¿le sirvo un café? —preguntó con una fingida sonrisa y antes de que Thiago pudiera responderle. La muchacha deslizó una taza de café delante de sus narices.

Thiago tuvo que reconocer que el olor del café era exquisito y su estómago gruñó, se había saltado el almuerzo y el café olía y se veía delicioso.

—¡No me atrevería a envenenarlo, señor! —exclamó Amber, ligeramente indignada al ver la sospecha en la mirada de Thiago.

—Por supuesto que no, si yo muero, tú y tu familia estarían arruinados antes de que mi cuerpo llegara a enfriarse —dijo de manera mordaz.

Amber apretó los dientes, pero no dijo ni una sola palabra. No, ella simplemente esperó…

—¡Maldita seas! ¿Te crees muy lista? —gritó mientras escupía el café, estaba asquerosamente salado.

Amber sonrió, pero antes que su cerebro pudiera procesar su pequeño triunfo, su cuerpo fue arrastrado a la pared más cercana y las manos de Thiago estaban aferradas a su cuello y sus ojos lo suficientemente enfadados como para hacerla temblar. Ciertamente ella no esperó aquella reacción tan brusca de su parte.

—Sué-suéltame —tartamudeó sintiendo miedo por primera vez.

—¿Te gusta jugar conmigo, pequeña? —le preguntó Thiago, acercando su rostro furioso al rostro pálido de Amber, y el contraste entre lo moreno y lo rubio nunca fue tan devastador.

—No-no sé-sé-de-de lo-lo -q-que ha-hablas —tartamudeo. El aire empezaba a faltarle ante aquella agresión ¿O era la m*****a cercanía de Thiago?, en realidad no le importaba, solo quería alejarse de él.

—Así que tienes miedo. ¡Eres una cobarde Amber, me provocas deliberadamente, pero tiemblas solo con tenerme cerca! ¿Qué pasa? ¿Te gusto? —preguntó el hombre, pegando inconscientemente su nariz a la nariz perfecta de Amber.

Amber cerró los ojos al sentir aquella acción y el aroma de café y menta la embriagaron, tanto que sintió sus bragas humedecerse al instante.

—¡Abre los ojos, m*****a sea y respóndeme! —gritó Thiago, bañando nuevamente la nariz y la boca de Amber con su aliento.

Amber dejó de pensar, dejó de sentir que el aire le faltaba y cuando abrió los ojos, su boca estaba aferrándose sobre los labios de Thiago Montgomery. ¡Lo estás besando, idiota!, pensó.

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