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Narrador
Crucé el umbral del castillo con el alma hecha pedazos. Aunque las paredes me parecían las mismas, algo dentro de mí había cambiado. No venia como pareja de Enzo. Llegaba como la luna de esta manada como la madre de los lobos.
Entonces las escuché.
Aurora corrió hacia mí con sus mechones alborotados y una sonrisa que siempre logra desmontar mis defensas. Gaia caminó con esa calma suya que parece más antigua que su corta edad, mientras Dafne saltaba como si el mundo fuera suyo. Denis, me miró primero sin decir palabra. Ese silencio suyo siempre ha hablado más fuerte que cualquier grito… y luego se lanzó a mis brazos como si supiera que necesitaba ese abrazo más que el aire.
Los rodeé con mis brazos, sintiendo sus cuerpos cálidos.
La tela de mi vestido comenzaba a tensarse en la parte baja del vientre. No era mucho, apenas un indicio... pero suficiente para que lo sintiera.
Mi embarazo ya no era un secreto, ni un rumor susurrado por la manada. Er