Ella se quedó ahí parada, asimilando todo lo que acababa oír, hasta que de pronto sintió una mano en su hombro y volteó, sorprendiéndose de encontrarse a Neid con su hija dormida en brazos. Él le dio a la niña y luego se fue directo a la puerta del rey. Al ser el general, los soldados volvieron a apartarse.
—Yo sé por qué haces lo que haces, Tian. —Neid fue directo al punto al llegar frente a la puerta, su sonrisa hasta se volvió un poco más espeluznantes que de costumbre—. Y sabes que ellas tienen razón, estás siendo egoísta.
—Lo sé… —Sorprendentemente, Tristan contestó, pese a que ella pensó que no lo haría luego de tanto silencio de su parte.
—¿De qué tienes tanto miedo, niño? Tu padre no crio a un cobarde. —Ahora frunció el ceño, cualquier rastro de su sonrisa desapareciendo—. Tu esposa acaba de irse, por cierto —mintió de un modo muy convincente—. Y dijo que jamás regresaría.
—Bien… eso es lo que quería… —Su voz salió temblorosa y quebrada.
—Mientes, dime la verdad. ¿Qué es