Cosas extrañas

Megan no se rió como lo estaba haciendo el teniente, sino que su boca se secó de golpe, porque esa descripción era bastante exacta cuando vio el rostro del sujeto muy cerca al verlo tomar a Rob por un brazo y levantarlo como si fuera un muñeco de juguete.

Se mojó los labios con la punta de la lengua y trató de respirar profundo para calmar la súbita ansiedad que había sentido.

Ella misma creía que lo que había visto era una especie de alucinación por la situación, pero las alucinaciones no eran colectivas (ella como estudiante de psicología sabía ese concepto básico). Eso quería decir que lo que vió fue real.

El teniente había dejado de reír y se fijó que ella se había puesto un poco pálida.

—Lo siento, señorita Sommers —dijo con tono preocupado— Creo que la hice sentir mal.

—No, estoy bien, teniente —dijo con rapidez— Aún me dan mareos inesperados —dijo tratando de sonreír.

—Puedo volver mañana, si tiene algo más que decirme —dijo Reynolds.

—No se preocupe —volvió a decir— Pero… el l
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