Olga salió de su habitación como una ladrona.
Entró silenciosamente en el estudio y, tras asegurarse de que no había nadie, abrió rápidamente la caja fuerte y sacó los documentos para hacerles una foto.
Todo el proceso fue muy natural y fluido.
A la mañana siguiente dijo: —Mamá... Hoy tengo que ir al hospital a hacerme la diálisis.
Olga fingió estar débil y le dijo a mi madre: —¿Puedes transferirme quinientos mil dólares?
—Por supuesto. —Mi madre aceptó sin vacilar y completó rápidamente la transferencia.
Luego, Olga se puso un vestido elegante y fue al centro comercial de lujo más cercano.
Llamó a mi madre después de elegir algunos de los últimos bolsos de la tienda: —¡Mamá, estos bolsos son preciosos! Pero me dio mucha pena pensar que no tendría mucho tiempo para disfrutarlos...
—¡Hija, no te pongas triste! —Al oírlo, mi madre la tranquilizó de inmediato: —¡Si te gustan, cómpralos! El dinero no es problema.
Una vez finalizada la transacción, Olga devolvió el bolso comprado a cambio d