Las personas que llegaron eran Fausto y Antonio con su grupo.
Daniela se levantó apresurada: —Fausto, ¿qué hacen aquí?
Era sorprendente ver a un grupo de más de diez personas llegando así de golpe.
Fausto se rio a carcajadas, saludando efusivamente primero a Fernanda antes de hablar: —Me temo que estamos un poco ansiosos. Lamentamos interrumpir su comida.
Fernanda respondió con agrado: —¿Interrumpir? ¡Qué va! Nos honra que hayan venido a la casa de los Romero.
Y no era para menos.
Los funcionarios del gobierno, en cualquier momento, siempre son altamente respetados.
Después de intercambiar ciertas cortesías, pasaron al tema principal.
Fausto adoptó una expresión bastante seria: —Hoy, estamos aquí para otorgarle a Daniela una medalla de honor.
Daniela parpadeó sorprendida, sin saber a qué medalla de honor se refería.
Antes de que pudiera pensarlo más, vio que Fausto y los demás adoptaban posturas más formales y muy erguidas.
Un hombre con una bandeja roja se colocó de inmediato junto a