El cuchillo nunca llegó a bajar.
En la oscuridad, una mano interceptó apresurado al intruso y, en cuestión de segundos, este fue arrebatado de sus manos y el agresor fue derribado y sometido.
Las luces se encendieron al instante.
Daniela e Isidro entraron junto a otros.
Iker, con el cuchillo en la mano, se acercó con ímpetu al intruso y le preguntó: —Dime, ¿quién eres? ¿Por qué intentaste destruir esta pintura?
Daniela, que ya había reconocido en ese momento al hombre cuando se encendieron las luces, respondió: —Él es uno de los guardaespaldas de James. Lo vi el primer día entre la multitud.
El hombre miró a Daniela con gran sorpresa.
Solo había aparecido brevemente, ¿cómo pudo ella recordarlo con tanta facilidad?
Isidro comentó: —Así que está relacionado con ese chico. Bien, llévenselo. Ya ajustaremos cuentas con ese tal James.
Iker aceptó y ordenó que se llevaran al hombre.
Isidro se dirigió a Daniela: —Hoy has trabajado demasiado y mañana aún queda trabajo por hacer. Deberías descan