Renata, sin saber de dónde sacaba la fuerza, no podía ser contenida en ese instante ni por tres enfermeras.
Daniela corrió aterrorizada a detenerla: —¡Mamá! Ya es de noche, si vamos a buscar, lo haremos mañana. Vamos a casa, ¿de acuerdo?
—¿Ya es de noche?
Renata se quedó perpleja por un momento, pero en lugar de calmarse un poco, se agitó aún más.
—¡Es de noche! ¡Nano tiene miedo a la oscuridad! ¡Tengo que encontrarlo!
Nano era el apodo de su hermano.
Daniela, totalmente desesperada, intentó sujetarla: —Mamá, ya cálmate. Buscaremos a Nano cuando amanezca.
Renata no la escuchó en lo absoluto, murmurando en voz baja: —¡Si esperamos hasta el amanecer, no lo encontraremos!
—¡Déjenme pasar! ¡Quítense todos!
Mientras decía esto, empujó a todos hacia un lado.
Daniela, que estaba más cerca, fue empujada con fuerza contra la pared y se golpeó la cabeza.
En la fuerte confusión, nadie notó a Daniela, todos concentrados en contener a Renata.
Lucas llegó apresurado con más enfermeras.
Entre todos l