¡Bang! La puerta del coche se cerró de golpe.
El coche negro aceleró a toda velocidad, pero se detuvo justo unos cincuenta metros más adelante.
El bolso de Daniela fue lanzado con violencia fuera, y sus pertenencias se esparcieron por el suelo.
Al ver la furiosa expresión de Sebastián, uno podría pensar que ella había dejado el bolso a propósito, buscando una excusa para volver al coche.
Daniela caminó rápidamente hacia adelante, recogiendo rápidamente el móvil, el ácido fólico y otras cosas que se habían caído.
El viento de otoño era frío, pero no tanto como la frialdad en su corazón.
Miró la carretera muy silenciosa y desierta, sin un solo coche a la vista, y esbozó una sonrisa amarga.
Dentro del coche en marcha, Juan no pudo evitar sugerir: —Es muy tarde, y una mujer caminando sola de noche realmente no es seguro. Sebastián, deberías volver a recoger a la señora.
Sebastián, con el rostro completamente helado, respondió: —¿Ves cómo se comporta ahora? Se está volviendo cada vez más in