86. Fragmentos del pasado
La recepcionista del hospital está cada vez más aburrida. Las pocas madres que aún se molestaban en elegir esa maternidad para tener a sus hijos, es decir, una panda de locas, estaban la mayoría en casa o esperando a que les dieran el alta.
Ni que decir tiene que los pocos familiares que visitaban a las nuevas madres apenas se quedaban durante todo el horario de visitas, preferían marcharse media hora antes.
A nadie le gustaba estar allí, eso era un hecho. Ni siquiera al personal.
Siempre se oían susurros aquí y allá sobre los escándalos en los que estaban implicados los nombres de médicos, enfermeras e incluso los profesionales de alto rango; empresarios ricos y altaneros que blanqueaban dinero a diestro y siniestro.
Todo el mundo en Laketown lo sabía. Era imposible no saberlo.
El nombre de aquel establecimiento estaba sucio, y no había campaña posible que pudiera limpiar aquella enorme mancha dentro de los limpios y blancos pasillos. Ni siquiera después de jurar juntos que todos l