Nina
Abrí los ojos en la habitación poco iluminada cuando escuché el suave crujido de la puerta del dormitorio. Una pizca de luz de luna entraba en la habitación y revelaba la silueta de Enzo, que volvía a la cama silenciosamente.
Se movía despacio y con cuidado, sin querer despertarme, pero yo ya e