Nina
Enzo giró la llave y el coche empezó a rugir. Mis dedos golpearon nerviosamente el borde de mi asiento, como si eso fuera a reparar de algún modo mis debilitados nervios.
"¿Quieres entrar sola o quieres que te acompañe?", preguntó Enzo, con una voz ligera y suave que yo necesitaba desesperadame