— ¡FALTA! — se escuchó el grito después del silbato, el entrenamiento del día estaba en curso y los chicos en la duela se veían ya cansados.
—¿Qué te pasa James?... no puedes cometer faltas tan inocentes — regañó Erick cuando su rubio amigo caminó con el balón.
—Cierra la boca— contestó el aludido fastidiado mientras le lanzaba el balón al árbitro y limpiaba el sudor de su rostro con la casaca amarilla de entrenamiento.
— ¿Qué te tiene tan distraído? — cuestionó Erick curioso al caminar con él y tomar posición a su lado.
— Nada — James fue seco en su respuesta y miró fijamente a cierto rubio ojiazul que lo veía con burla y con el balón ya en las manos.
— Cre